Contrapunto
Los que propugnan despenalizar el aborto en España mediante una ley de plazos aseguran que esto responde al deseo de las mujeres. Cualquier restricción en este asunto revelaría una opresión masculina. De modo que, con unos u otros matices, lo importante es que al final sea la mujer quien decida.
Tanto se repiten estas afirmaciones que uno podría llegar a creer que responden al sentir popular. Sin embargo, a juzgar por la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas sobre este tema -con entrevistas realizadas en marzo de 1992-, las opiniones están muy divididas. El primer dato llamativo es que sólo el 40% de los españoles se muestra partidario de ampliar la despenalización del aborto; en cambio, si se suman los partidarios de dejar la ley como está (27%), de restringirla (6%) o incluso de suprimirla (10%), resulta un 43% de opuestos a la ampliación.
Especialmente significativo es que son más partidarios de la ley de plazos los hombres (47%) que las mujeres (39%). Es decir, apenas cuatro de cada diez mujeres apoyan lo que se presenta como una reivindicación femenina por excelencia.
¿Cómo es posible que haya más hombres que mujeres partidarios del aborto sin restricciones? Una primera explicación es que la madre es más consciente de que lleva una nueva vida humana en su seno y se inclina así más a protegerla. Pero no hay que descartar otro motivo, al menos complementario: el deseo de que el hombre no escurra el bulto, dejándola sola ante un decisión que, como dicen las feministas, nunca es fácil.
Pues cuando se mantiene que la decisión debe corresponder a la mujer, se está afirmado también que sólo ella es responsable de ese embarazo y que a ella corresponde buscar la solución. En la retórica al uso, los hombres partidarios de la legalización del aborto suelen presentarse como varones que respetan delicadamente la libertad de las mujeres. Pero no hay que descartar un motivo inconfesado: si su pareja queda embarazada y él no desea ser padre, el posible recurso al aborto le permite descargar la responsabilidad en la mujer. De este modo, ante la noticia del embarazo inesperado, su reacción puede ser preguntar a la mujer: «¿Y tú qué piensas hacer?». Suficiente para que ella se dé cuenta de que toda su solidaridad en ese caso va a consistir en acompañarla a la clínica abortista.
Si el aborto no es legal, el hombre no puede eludir su responsabilidad. Si es legal, el hombre, aunque sólo sea con su pasividad, puede inducir a la mujer a un aborto que quizá ella no desea. Aunque, si el hombre se inclina por el aborto, lo más probable es que diga que es lo mejor para todos.
La legalización del aborto ofrece así una nueva coartada a los hombres que quieren relaciones sexuales sin responsabilidad. Tradicionalmente, el desentenderse del hijo no deseado, descargando el problema sobre la madre, ha sido una actitud descalificada como machista. Ahora, la misma postura se disfraza con el respeto a la libertad de la mujer, concesión que algunos hombres están dispuestos a hacer de muy buena gana. Pero, a juzgar por la encuesta del CIS, parece que muchas mujeres han advertido la trampa.
Ignacio Aréchaga