Contrapunto
Antonio Caño, corresponsal de El País en Washington, debió de emocionarse mucho en la manifestación de apoyo a los homosexuales en la capital norteamericana, a juzgar por el párrafo inicial de su crónica (26-IV): «Yo soy gay. El vecino que sale a pasear en bicicleta es gay. Cualquiera que vive en esta ciudad, no importa cuál sea su comportamiento sexual, siente la obligación moral de considerarse gay en una jornada como ésta, en la que cientos de miles de homosexuales se han reunido en una de las mayores manifestaciones por los derechos civiles de la historia de Estados Unidos para exigir aceptación social y reclamar atención a sus problemas. Fue un espectáculo nunca visto en el mundo». En fin, la más alta ocasión que vieron los siglos, con permiso de Lepanto y la toma de Constantinopla. Pero si se trata de reclamar el derecho a la diferencia, habrá que reconocer también el derecho a no sentirse moralmente obligado a hacer propia la causa gay, tanto si uno va a pie como en bicicleta. En cambio, el periodista sí tiene la obligación profesional de distanciarse suficientemente del acontecimiento, para conservar la cabeza fría. Esto no basta para alcanzar la objetividad, pero al menos evita caer en la beatería.
Ignacio Aréchaga