El colmo de un autor que escribe un libro sobre «El concepto de la pobreza honrada» (Seihin no Shiso) es hacerse rico con un best-seller. Algo de eso ha ocurrido con una obra que está resultando un inesperado éxito de ventas en Japón. Los primeros sorprendidos han sido autor y editor, ya que la primera edición de la obra fue de 8.000 ejemplares, y se llevaban publicadas a mitad de mayo nada menos que cuarenta ediciones, con un total de 600.000 ejemplares vendidos. Todo ello en el corto espacio de ocho meses. El autor es Koji Nakano, un japonés de 68 años, graduado en literatura alemana por la universidad de Tokio, y además profesor, traductor, crítico literario y escritor.
El secreto del éxito parece paradójico a primera vista: dirigido a una sociedad japonesa imbuida de una cultura desenfrenadamente consumista, el libro ensalza las virtudes de la vida sencilla. Nakano ha estructurado el texto en torno a quince retratos de otras tantas destacadas figuras históricas del país -entre ellos monjes sintoístas, académicos, pintores y maestros de la ceremonia del té-, que en opinión suya incorporan virtudes tradicionales como la honestidad, la sencillez y la riqueza de espíritu. «Por muy rico que sea Japón, nunca conseguirá el respeto mundial. Necesitamos dignidad, caballerosidad y la filosofía de la pobreza honrada».
Para el autor, se trata tanto de un problema moral como de un problema histórico. «Nuestra imagen es la de un país que es bueno haciendo cosas pero que carece de cultura. Los extranjeros dicen que los japoneses no tienen carácter ni dignidad, y que sólo somos gente con dinero», dice Nakano.
Una de las mayores virtudes del libro quizás sea su oportunidad. En efecto, Japón sufre desde 1991 la recesión económica más importante de los últimos veinte años. Esta crisis económica podría calificarse en cierto sentido como «disminución de las ganancias», si se compara con la que aflige a las economías occidentales. El superávit comercial japonés con el resto del mundo ha constituido un nuevo récord en el año fiscal de 1992, acabado el pasado marzo.
A pesar de estos datos, lo cierto es que la «burbuja» económica japonesa -así es conocida la opulencia de la década de los 80- estalló como consecuencia de la bajada de los precios de los terrenos. Este fenómeno se debió a una eficaz política gubernamental que, curiosamente, ha producido grandes deudas en particulares y malos préstamos por parte de los bancos, que se han visto obligados a pechar con una gran cantidad de terreno invendible, cuyo valor real es ahora prácticamente la mitad del precio de compra.
La recesión, que ha frenado el consumo y, por tanto, la demanda -enloquecida habitualmente-, se ha hecho notar, especialmente, en el desempleo. Los escándalos por corrupción en la vida política, por otro lado, han sensibilizado enormemente a la opinión pública.
Para Koji Nakano, el drama de Japón consiste en el divorcio con su pasado histórico, producido tras el final de la Segunda Guerra Mundial. En su opinión, los historiadores, críticos y en general el activismo de izquierdas repudiaron como nefasto todo el pasado de la nación, renunciando de esta forma a su identidad cultural. Las consecuencias de este olvido comienzan a pagarse ahora, cuando las diferencias sociales entre ricos y pobres se amplían de forma hasta ahora desconocida, y la falta de ética asola también el comportamiento público de los dirigentes japoneses, terreno tradicional de honrados gestores.
Nakano cree que sus compatriotas debieran mirar hacia su historia y cultura en busca de modelos. Ese es el propósito de su libro. En el final de la época Edo, a mediados del siglo XIX, los emisarios enviados a Europa infundieron respeto por su dignidad. «En la época Edo, las firmas comerciales buscaban el beneficio pero con un estricto código ético. Qué diferente es hoy, en que la meta máxima es amasar dinero», dice Nakano. «Hemos reemplazado la calidad por la cantidad. Ahora es el momento para las cosas del corazón y del espíritu, para las cosas que no pueden verse. Esto es lo que la mayoría de los japoneses actuales han descuidado».