El profesor de teología moral Lino Ciccone critica la resolución aprobada el pasado septiembre por el Parlamento europeo en la que se admite la esterilización de deficientes mentales profundos (L’Osservatore Romano, edición en español, 12-III-93).
La resolución del Parlamento europeo acerca de los derechos de los deficientes mentales contiene muchos elementos positivos, pero queda estropeada por la pretensión de conferir legitimidad jurídica a la esterilización de esas personas. Esa resolución no atañe a todos los deficientes mentales, sino sólo a los que son «incapaces de entender y querer». Y se propone como posible la esterilización sólo como conclusión de un proceso serio, que exige incluso la intervención de la autoridad judicial, con poder de decisión. Pero, aunque este proceso puede contribuir a que se evite una facilitación excesiva, no quita la gravedad de la intervención que, en definitiva, se legitima. (…) Se rechaza el reconocimiento del derecho fundamental e inalienable a la integridad física de la persona.
(…) Ya desde hace algunos años, más de un país de Europa occidental ha aceptado en su ordenamiento jurídico normas que autorizan la esterilización de deficientes mentales profundos. Después de Alemania, España ha incluido su despenalización en su código penal. El acto desconsiderado del Parlamento europeo estimula a los demás Estados de la Comunidad a hacer lo mismo.
Los que han defendido esa resolución aducen como justificación la ventaja de impedir así el nacimiento de hijos que serían a su vez deficientes profundos o, en el caso de que nazcan sanos, se verían privados de la atención de sus padres, tan necesaria para una maduración humana del niño. De este modo fingen ignorar que son muy diferentes los caminos que conviene recorrer para prevenir no sólo el embarazo, sino también, y antes aún, actividades sexuales, realizadas o soportadas por los deficientes mentales, que no pueden tener nada de humano, de digno de personas humanas.
Antes que demostraciones doctrinales, y más que ellas, es la experiencia de numerosos agentes la que muestra la validez de otros caminos, que consiguen efectivamente ese resultado, respetando plenamente la dignidad de los minusválidos. Esos caminos convergen, fundamentalmente, en el intento de lograr que esas personas vivan en un clima lleno de afecto, de solicitud y de respeto. [A este propósito, Ciccone cita diversas iniciativas de instituciones religiosas que atienden a los deficientes.]
La sociedad que elige el camino de la esterilización forzada de estos sus miembros dolientes y débiles muestra, una vez más, adónde la está conduciendo una cultura que ha querido cerrarse a toda comunicación con la fuente del amor, que es Dios, y transformar en ídolos el placer, el dinero y el éxito.