«Lo que en el fondo está en juego es la construcción de una nueva visión política, quizás de una nueva «utopía», aunque no planteada ya en los términos metafísicos con que la formulaba el marxismo». A propósito del parangón entre nazismo y comunismo como dos ideologías totalitarias, Vattimo considera que «mientras en los «ideales» del fascismo y del nazismo no hay nada que hoy pueda reivindicarse como un valor, los ideales que estaban en la base de la ideología comunista en mucha gente tienen, todavía hoy, una rica actualidad».
En el comunismo marxista «existía la esperanza de que se pudieran modificar estructuralmente las condiciones de la existencia asociada, de manera que fuera más fácil y más natural considerar a los demás como hermanos e iguales». Frente al darwinismo social, la «verdad» del comunismo radicaría, según Vattimo, en «el intento de poner un límite a la dureza de la lucha por la existencia, de exorcizar de alguna manera las leyes de la economía en nombre de una relación más amistosa y fraterna entre las personas».
Planteamientos de este tipo habían merecido el siguiente comentario en un artículo publicado anteriormente por el filósofo español Fernando Savater en El País (Madrid, 12-IX-92).
«Otros, en cambio, se quedan con los ideales, pero, sorprendentemente, los convierten en legado de los peores experimentos utópicos: aseguran así que el hundimiento de los sistemas comunistas no implica el final de los anhelos de liquidar la explotación y la injusticia. ¡Pero si esos anhelos son independientes del comunismo totalitario y más bien se vieron comprometidos por éste! Es como decir que lo que nadie puede negarle de bueno a la guillotina es habernos inspirado el afán de acabar con las jaquecas».