Las comunidades católicas del Tíbet y las regiones chinas limítrofes mantienen su fe pese a estar aisladas, como muestra un reportaje de John Pomfret en The Washington Post (4 diciembre 2000).
Bernard-Marie es un anciano tibetano que se identifica como conserje de uno de los edificios más insólitos de estos pagos: una catedral católica situada al noroeste de la provincia china de Yunnan -habitada por tibetanos-, donde las montañas se elevan hacia el Himalaya y se introducen en el Tíbet.
(…) A pesar de las campañas intermitentes de Pekín contra la religión, la fe todavía sigue siendo un poderoso asidero para muchos chinos. (…) El catolicismo llegó a esta región a finales del siglo XIX. Durante décadas, los misioneros franceses habían planeado entrar en el Tíbet. (…) A mediados del XIX, las Misiones Extranjeras de París -una organización misionera muy extendida en China- trasladaron a algunos sacerdotes desde Xinjiang (una lejana región del noroeste de China) hasta el sur, en la prohibida meseta tibetana.
No fueron bien recibidos. En pocos años, los bandoleros tibetanos, respaldados por los lamas budistas, mataron a diez sacerdotes y destruyeron todas las misiones católicas menos una, en Yanjing (o Yerkalo), un pequeño pueblo minero en la frontera del Tíbet con Yunnan. La misión continuó abierta intermitentemente y hoy está en funcionamiento.
(…) En aquel momento, el Tíbet no estaba bajo dominio chino, y los lamas budistas que controlaban la región no querían competencia religiosa dentro de sus fronteras. En cambio, el gobierno chino era más maleable. Una serie de victorias militares sobre China había obligado a sus gobernantes a conceder a los misioneros extranjeros el derecho de evangelizar en China.
«En el Tíbet tenía el poder la máxima autoridad del monasterio -evoca el P. Savioz, un misionero octogenario que lleva muchos años difundiendo el Evangelio en el Tíbet-. Los lamas no querían que la población tuviera contacto con los cristianos». (…)
Para ganarse la confianza de los tibetanos, los misioneros católicos construyeron granjas, abrieron escuelas y distribuyeron medicinas. En Cizhong consiguieron varias hectáreas de tierra y plantaron cebada, trigo y viñas. Uno de los granjeros todavía elabora hoy un vino picante sacado de las vides traídas de Europa hace noventa años.
Los misioneros también adaptaron el catolicismo a las tradiciones locales. El techo de la iglesia de Cizhong, terminado a principios de siglo, se pintó con los símbolos taoístas del yin y el yang y con flores de loto, que son los motivos centrales de la iconografía budista.
Quizás la iglesia más bonita de la región es la de Baihanluo, a 2.500 metros de altitud, cerca de la frontera con Birmania. Se construyó hace 124 años y es parecida a un fortín tibetano. (…) Todas las noches, los lugareños acuden allí a rezar. Su único texto es un folleto muy desgastado de himnos litúrgicos que los misioneros publicaron en 1932 en Tatsienlu (ahora Kangding), en la provincia de Sikang. (…)
Un niño de ocho años toma parte en la celebración. La ley china prohíbe a los menores de 18 años participar en las ceremonias religiosas y prohíbe a los católicos expresar fidelidad a Roma. Pero el brazo largo de la ley tiene problemas para llegar hasta Baihanluo… Sólo un sacerdote, de Kunming, que está a unos 580 Km de distancia, atiende a esta comunidad, muy dispersa, de varios miles de fieles, una vez al año. «Nos faltan sacerdotes -dice un fiel de Baihanluo-. Pero no nos falta la fe».