Leyes aprobadas a principios de diciembre en Francia y Gran Bretaña van a permitir a los menores una actividad sexual más precoz y con menos responsabilidades. En Francia, las menores podrán abortar sin consentimiento de sus padres y recibir en el colegio la «píldora del día siguiente»; en Gran Bretaña, el gobierno ha reducido a 16 años la edad legal para las relaciones homosexuales.
Las modificaciones a la ley del aborto, aprobadas en primera lectura en la Asamblea francesa, establecen que las menores de 18 años podrán abortar, durante las doce primeras semanas del embarazo, aunque no obtengan el consentimiento de sus padres como hasta ahora exigía la ley. En teoría, se mantiene la regla del permiso paterno; pero si la interesada prefiere guardar el secreto o sus padres se oponen, el médico puede practicar el aborto. Bastará que la acompañe un adulto que ella elija; como la ley no precisa más, también puede ser el adulto que la haya dejado embarazada.
Esta nueva facilidad para abortar sigue a otra reciente modificación legal por la que las enfermeras de los centros escolares podrán facilitar a las alumnas la «píldora del día siguiente», sin prescripción médica y a espaldas de sus padres. El gobierno justifica esta medida por la necesidad de rebajar los embarazos no deseados que se producen entre adolescentes, de los cuales 7.000 terminan en aborto cada año (cfr. servicio 136/00).
Como es de rigor, al presentar el punto central de la nueva ley, que amplía el plazo para abortar de 10 a 12 semanas, la ministra de Solidaridad, Elisabeth Guigou, aseguró que la preocupación prioritaria sigue siendo «prevenir los embarazos no deseados asegurando un mejor acceso a la contracepción». Sin embargo, los demógrafos indican que la contracepción ha tocado techo en Francia (en 1994, la utilizaban el 67,7% de las mujeres entre 20 y 44 años), mientras que el número de abortos ha seguido aumentando hasta alcanzar los 220.000 (unos 30 abortos por cada 100 nacidos vivos). Más bien parece que el aborto es el último recurso de una mentalidad anticonceptiva muy extendida.
Entre los adolescentes, según encuestas, el 12% no utiliza anticonceptivos en su primera relación. Pero esto tiene más que ver con la imprevisión que con la carencia de información. La campaña informativa sobre la anticoncepción, lanzada a bombo y platillo por el gobierno en enero pasado, no parece haber interesado mucho a los jóvenes. «No tenemos la impresión de que la campaña haya influido en mucha gente», reconoce Danielle Gaudry, del Movimiento francés de Planificación Familiar.
El fracaso de una educación sexual
Tony Anatrella, especialista en psiquiatría social que tiene a menudo intervenciones en centros escolares, confirma también que «muchas veces los adolescentes me dicen que están hartos de que se les hable constantemente de la contracepción, del aborto y del preservativo». Todos los mensajes de salud pública en torno a estos problemas «han llevado a una forma de irresponsabilidad sexual, según la cual se puede hacer cualquier cosa, con tal de recurrir a medios técnicos para protegerse de las infecciones y de tener un hijo, presentado como una amenaza y como un mal». Según Anatrella, este mensaje induce «una concepción trivial de la sexualidad, centrada únicamente en la búsqueda del placer y no en el sentido de una relación, lo cual mantiene a los adolescentes en la inmadurez afectiva y en la agresividad sexual» (La Croix, 30-XI-2000).
Ahora el gobierno quiere reactivar la educación sexual en la escuela, para lo cual pide al personal docente y sanitario que presente la sexualidad dentro del marco de la vida afectiva. Pero a pesar de una terminología renovada («La dicha de amar» es el título del programa pedagógico), la ideología de fondo sigue siendo la misma.
Por otra parte, al autorizar a las menores el recurso al aborto y a los anticonceptivos a espaldas de los padres, el gobierno envía mensajes contradictorios a las familias. Lo ha hecho notar el cardenal Jean-Marie Lustiger, arzobispo de París, en una entrevista a propósito de las nuevas leyes de bioética que ha presentado el gobierno (Le Monde, 27-XI- 2000): «Para luchar contra la violencia en la escuela, los ministros de Interior y de Educación Nacional piden que se refuerce la educación ética y la autoridad de los padres. Pero, en el caso de la sexualidad de los adolescentes, hacen lo contrario». «No se puede favorecer la transgresión sexual de los jóvenes, aunque sea con el pretexto de la prevención», afirma Lustiger. «Se me dirá que hay situaciones de urgencia. Pero no se trata de hacer de un gesto planteado en una urgencia una norma establecida, una regla de comportamiento. La urgencia oscurece el juicio moral».
El cardenal sugiere que, si se trata de responder a situaciones trágicas de embarazos no deseados en adolescentes, hay que preguntarse por su origen. Ver si es un adulto que ha abusado de su ascendiente sobre la menor; si el «padre» es otro adolescente, hay que plantearse si «estos embarazos accidentales no son el síntoma de una regresión afectiva y psíquica de toda una generación. La responsabilidad del gobierno y la de la sociedad ¿no es sostener la educación más que facilitar los abortos?».
Rebaja de la edad legal para las relaciones homosexuales
Después de dos años de batalla parlamentaria, el gobierno británico ha reducido de 18 a 16 años la edad legal para el consentimiento de las relaciones homosexuales, equiparándola así a las normas que rigen para las heterosexuales.
La Ley de Delitos Sexuales había sido aprobada por dos veces en la Cámara de los Comunes y rechazada también dos veces en la de los Lores, que se oponían a este cambio legal, prometido por el partido laborista a los grupos homosexuales. Los Lores objetaban que reducir a 16 años la edad del consentimiento para relaciones homosexuales pone en peligro a jóvenes que pueden creerse homosexuales y solo están inseguros. Como enmienda de compromiso, proponían mantener en 18 años la edad penal para la sodomía en hombres y mujeres, pero rebajar a 16 años el consentimiento para todas las demás prácticas sexuales. Tan importante ha considerado el gobierno este cambio que finalmente ha recurrido a un procedimiento excepcional que permite convertir en norma un proyecto de ley sin la aprobación de una de las Cámaras. Es la cuarta vez que esto sucede desde la Primera Guerra Mundial.
El día anterior, los líderes religiosos católico, anglicano y musulmán del Reino Unido publicaron una carta en The Daily Telegraph pidiendo a Tony Blair que no forzara la ley en el Parlamento. «La propuesta suscita fuertes objeciones morales y de salud, y va en contra también de las creencias de muchos creyentes: cristianos, judíos, musulmanes, hindúes y sikhs», decían en su carta.
Aunque finalmente se haya salido con la suya, el gobierno no ha podido evitar que este asunto se haya convertido en uno de los cambios más espinosos emprendidos desde su llegada al poder. Sin poder invocar una demanda social en su favor, se ha sentido ligado por un punto incluido en su programa electoral para contentar a los grupos homosexuales.