Polémica en torno al Protocolo de Kioto
Los delegados de 180 países reunidos el mes pasado en La Haya no consiguieron ponerse de acuerdo sobre cómo aplicar el Protocolo de Kioto, para detener el cambio climático. Unos días antes, los científicos que estudian el asunto advertían que, si no se empieza pronto a tomar medidas, el calentamiento de la Tierra será inevitable y acarreará consecuencias peligrosas. Las cuestiones implicadas son complejas. Este servicio trata de aclarar qué estaba en juego en La Haya y qué se sabe del cambio climático.¿Qué es el Protocolo de Kioto?
En la cumbre de la Tierra (Río de Janeiro, 1992) se aprobó la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático, cuya finalidad es detener el calentamiento del clima terrestre por causas de origen humano (emisión de gases de efecto invernadero). La Convención, ratificada ya por 186 países, ha de ser traducida en medidas concretas, que debían ser negociadas en las ulteriores conferencias de las partes (COP). La tercera de ellas (Kioto, 1997) especificó metas mundiales y regionales de reducción de emisiones en el llamado Protocolo de Kioto.
¿Qué se acordó en Kioto?
Se puso el objetivo de que en 2010 las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero fueran un 5,2% menores que las de 1990. La reducción se conseguiría mediante un reparto desigual de cuotas, según las posibilidades de los diversos países. Los países en desarrollo (PED) no están obligados a ninguna meta. Solo se comprometieron a rebajar sus emisiones los principales países desarrollados (PD): Estados Unidos, Japón, Unión Europea (UE) y otros del continente, Canadá y los Estados que pertenecieron a la Unión Soviética.
Por ejemplo, la meta para Estados Unidos es -7%; para Japón, -6%; para la UE, -8%, con distintas cuotas nacionales: unos países tienen que reducir sus emisiones (Alemania, Holanda, Italia, Gran Bretaña…) y otros pueden mantener el mismo nivel de 1990 (Francia) o aumentarlo (España, Portugal…).
El Protocolo de Kioto no será vinculante hasta que lo ratifique un 55% de los PD que sean responsables de al menos el 55% de las emisiones mundiales. Hasta ahora ha sido firmado por 84 países -ninguno de ellos desarrollado- y ratificado por 22.
¿Cuál era el objetivo de la reciente conferencia de La Haya?
En La Haya, 13-25 de noviembre pasado, se trataba de llegar a un acuerdo sobre fórmulas concretas para aplicar el Protocolo de Kioto, según la fecha tope que las mismas Partes se habían impuesto.
El principal tema pendiente en La Haya era el uso de los distintos procedimientos previstos en Kioto para reducir las emisiones totales. Los países pueden cumplir las metas mediante recortes reales de sus emisiones o aplicando «mecanismos de flexibilidad». Estos son formas de obtener permisos de emisión en compensación por otras actuaciones: a cambio de inversiones en el extranjero que contribuyan a disminuir las emisiones de otros países; comprarlos a otros países que no hayan agotado sus cuotas de emisión; por proyectos conjuntos de varios PD para desarrollar energías más limpias.
La otra gran cuestión era qué sanciones imponer por el incumplimiento de las metas.
¿Qué posturas se han enfrentado en La Haya?
La principal divergencia ha sido entre Estados Unidos y la UE. Los Estados Unidos no están dispuestos a cargar con una gran reducción real de emisiones, por temor a que perjudique su crecimiento económico, al implicar un encarecimiento de la energía. En cambio, la UE exige reducciones sustanciales, por estimar que de otro modo no se alcanzará la meta global.
Estados Unidos propuso dejar en la mitad su cupo de reducción, alegando que su masa forestal es un «sumidero de carbono» (los bosques absorben CO2 de la atmósfera) que contrarresta las emisiones. Para la UE, ese pretendido crédito por los bosques se basaba en cálculos inciertos. Aunque al final los negociadores norteamericanos rebajaron su propuesta, no hubo acuerdo, porque las discrepancias no terminaban ahí.
Para evitar lo que considera escapatorias, la UE quería que el uso de mecanismos de flexibilidad no sirviera para cumplir más del 50% de los cupos; pero Estados Unidos se oponía a que se fijara límite alguno. Estados Unidos quería que se exigiera un esfuerzo a los PED, por ahora exentos de metas; la UE no estaba dispuesta a conceder esa compensación. Los europeos exigían que las sanciones por incumplimiento de metas fueran multas; los norteamericanos proponían castigos de otro tipo, como recortes de los presupuestos nacionales de carbón. En fin, Estados Unidos pretendía en todo flexibilidad y permitir mayor margen al mercado, mientras que la UE se mostraba más rígida.
Los PED, por su parte, insistieron en que no podían asumir aún metas de reducción y pidieron ayuda tecnológica y económica para contaminar menos sin daño de su crecimiento.
¿Qué argumentos emplea Estados Unidos?
Estados Unidos es el mayor emisor de gases de efecto invernadero, en términos absolutos (5.400 millones de Tm de CO2 en 1998, frente a 3.300 millones de Tm por parte de la UE) y relativos a la población (20,1 Tm por habitante y año en 1998; UE: 8,47 Tm). Por eso las otras partes -la UE, sobre todo- le piden el mayor esfuerzo.
Pero Estados Unidos alega que no se ha tenido en cuenta el tamaño de su economía ni las reducciones ya conseguidas gracias a su tecnología. En relación con su PIB -medida que expresa mejor la eficiencia en el uso de la energía-, Estados Unidos no es el mayor contaminante del mundo. Emite 0,85 Tm de CO2 por mil dólares de PIB, mientras China, por ejemplo, emite 3,89 Tm. Además, aunque las emisiones chinas son bajas comparadas con su población (2,3 Tm por habitante y año), están entre las mayores en términos absolutos (2.900 Tm en 1998). Por tanto, China y los otros PED de gran tamaño tienen más margen que Estados Unidos para reducir emisiones; y no sería equitativo ni realista perseguir la meta mundial sin exigir algo a esos países.
La UE replica que también Estados Unidos puede mejorar mucho su eficiencia energética. La proporción emisiones/PIB es en los países europeos notablemente más baja que en Estados Unidos: 0,5 Tm de CO2 por mil dólares de PIB en Alemania y Gran Bretaña; 0,44 Tm en el conjunto de la UE (ver tabla). La diferencia se debe a que Estados Unidos estimula poco el uso de energías más limpias. En Europa, a raíz de la crisis del petróleo (1973), se establecieron elevados impuestos sobre la gasolina, que forzaron a que se fabricaran automóviles de menor consumo; en cambio, los norteamericanos tienen el carburante muy barato y coches que gastan mucho. Además, Estados Unidos todavía obtiene del carbón -combustible muy contaminante- una proporción de su suministro de energía (23,6%) superior a la media de la OCDE (20,5%).
¿Se ha alcanzado algún acuerdo en La Haya?
La decisión más concreta es celebrar una nueva reunión en mayo o junio de 2001.
Aparte de eso, hubo algunos avances. Al final, la UE aceptó que se tuviera en cuenta los sumideros de carbono, a condición de que se defina científicamente el crédito de CO2 que se les debe atribuir. La UE también cedió a otras dos demandas norteamericanas: permitir el recurso ilimitado a los mecanismos de flexibilidad y no imponer sanciones por incumplimiento de las metas fijadas para 2010 (los excesos de emisiones se cargarían en el saldo nacional para el periodo siguiente). Por su parte, Estados Unidos renunció a exigir compromisos a los PED. Pero todas esas concesiones no sirvieron para que antes de terminar la conferencia se adoptara un acuerdo.
¿Ha habido hasta ahora algún progreso en el cumplimiento de los compromisos de Kioto?
Algunos países llevan camino de alcanzar sus metas. En 1998, Alemania (-15,9% con respecto a 1990) y Gran Bretaña (-9,5%) ya habían logrado más de la mitad de los cupos fijados para 2010 (-21% y -12,5%, respectivamente). Francia, que debería contener sus emisiones al mismo nivel de 1990, anda más cerca (+1% en 1998). Pero no pocos países van en sentido contrario, entre ellos Estados Unidos y Japón (ver tabla). Australia y España, autorizadas a incrementar sus emisiones, ya se han pasado de la raya. En conjunto, las emisiones de la UE crecieron un 0,2% de 1990 a 1998.
Hay países que ya han cumplido de sobra sus compromisos, como Rusia y Ucrania (-50,5% en 1998), a las que se exigió el 0% hasta 2010. Pero esto no es una buena noticia, sino más bien síntoma de recesión económica.
Estimaciones e incertidumbres¿Está comprobado que la Tierra se calienta?
Los datos y previsiones más completos al respecto son los elaborados por la Comisión Intergubernamental sobre el Cambio Climático -más conocida por sus siglas en inglés, IPCC-, formada en 1988 para asesorar a los responsables políticos. La IPCC revisa los distintos estudios sobre la evolución del clima y publica sus conclusiones en informes periódicos. El tercero y más reciente no será definitivo y oficial hasta principios del año próximo; pero el «resumen ejecutivo para los responsables políticos» fue filtrado en octubre al New York Times y al Washington Post, con la evidente finalidad de influir en la conferencia de La Haya. Según ese texto, la IPCC considera que las pruebas del calentamiento de la Tierra son más ciertas que nunca, y exigen adoptar medidas.
En concreto, la IPCC calcula que durante el siglo XXI la temperatura media en la superficie del planeta aumentará entre 1,5ºC y 6ºC, debido a los gases de efecto invernadero liberados por el hombre. Esto representa un notable incremento respecto a la estimación del segundo informe (1995), que predecía una subida de 1-3,5ºC.
¿No es muy grande el margen de incertidumbre?
En efecto, la última estimación de la IPCC supone un margen de error de ±60% con respecto al valor medio. Esto se debe, primero, a la incertidumbre de las previsiones de partida: la estimación de la densidad de CO2 en la atmósfera en 2100 oscila entre 540 y 970 partes por millón (±28%); segundo, a la dificultad de imaginar cómo responderá el ecosistema al incremento de gases de efecto invernadero. Por ejemplo, el segundo informe de la IPCC preveía que el nivel medio de los mares subiría, a consecuencia del calentamiento, 15-95 cm; el tercer informe ajusta la previsión a 14-80 cm: una banda muy ancha, en cualquier caso.
¿Se puede llegar a predicciones más exactas?
Para predecir qué efecto sobre la temperatura terrestre tendrá la acción humana habría que saber lo que ocurriría si no hubiera intervención del hombre. Pero no hay manera de observar directamente tal cosa: no se puede aislar las influencias humanas de los demás factores que actúan sobre el clima. Lo único que cabe es desarrollar modelos teóricos del comportamiento de la atmósfera, introducir en ordenadores todos los datos disponibles y dejar que las máquinas calculen. Los resultados serán más o menos aproximados, según la perfección de los modelos, que son simulaciones.
A medida que han avanzado los estudios, se ha ido perfeccionando los modelos, de modo que las estimaciones son cada vez más fiables. De todas formas, subsisten incertidumbres. Como señala un documento divulgativo elaborado por la Secretaría de la Convención Marco, una fuente de inexactitud es que los modelos probablemente subestiman la magnitud de las variaciones naturales del clima y, por tanto, sobreestiman la importancia de los factores humanos. El último informe de la IPCC advierte que la mayor deficiencia de los modelos actuales estriba en que aún no se conoce bien la influencia de las nubes y su interacción con la radiación y los aerosoles. Pero también dice que los modelos se han perfeccionado notablemente, en especial con relación a tres factores: el vapor de agua, la dinámica de los hielos marítimos y la circulación de calor en el océano.
¿Hay acuerdo entre los científicos en torno a las previsiones de calentamiento?
Hay un grupo de científicos escépticos sobre las afirmaciones de la IPCC. Por ejemplo, el norteamericano S. Fred Singer y otros dicen que la IPCC incurre en un error de escala: el clima se ha calentado apreciablemente en los últimos 100 años, pero no en los últimos 50. La última subida de temperaturas se produjo entre 1880 y 1940, antes del gran aumento de emisiones de CO2. Los fenómenos observados ahora -elevación del nivel del mar, retroceso de los glaciares- son efecto del calentamiento anterior, pues los variaciones climáticas tienen una gran inercia.
También James Hansen, de la NASA, uno de los primeros científicos que alertó sobre el efecto invernadero, ha propuesto recientemente una corrección de las previsiones corrientes. En un trabajo publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (15-VIII- 2000), sostiene que se ha exagerado la influencia del CO2. Los nuevos estudios que ha realizado indican que intervienen más otros gases, en particular el metano y los clorofluorocarbonos, cuya concentración en la atmósfera crece cada vez menos. En tal caso, 1) habría que rebajar las previsiones de calentamiento y 2) se podría detener el cambio climático sin necesidad de reducir el uso de combustibles fósiles.
Hoy la mayoría de los científicos están con la IPCC. De todas formas, no es posible por ahora dirimir de forma definitiva las disputas entre los expertos.
¿Qué consecuencias tendría el calentamiento de la Tierra?
Los efectos no se notarían por igual en todo el planeta, ni serían negativos en todas partes. La IPCC cree, así, que las zonas septentrionales de Norteamérica y Asia experimentarían un calentamiento un 40% superior a la media. En general, saldrían beneficiadas las regiones de latitud media-alta, que tendrían inviernos menos fríos. En cambio, el sur de Norteamérica y de Europa, así como las zonas tropicales sufrirían más calor, sequías o quizá desertización. Es decir, las consecuencias serían peores donde hay más pobreza. Y en cualquier caso, el riesgo es que un cambio de clima tan rápido -en cien años- trastorne gravemente los ecosistemas y las condiciones de vida. Podrían alterarse las corrientes marítimas, que tienen una importante función reguladora del clima. Los fenómenos meteorológicos extremos -ciclones, El Niño- podrían hacerse más acusados y frecuentes. Además, todo el planeta acusaría la subida del nivel de los mares, en especial zonas bajas como Nueva York o Bangladesh.
Pero si no hay seguridad sobre el calentamiento ni sobre sus efectos, ¿vale la pena poner en peligro el crecimiento económico forzando a un menor consumo de combustibles fósiles?
Según la IPCC, el calentamiento es ya bastante seguro para que los gobiernos deban intervenir. Los escépticos, en cambio, dicen que sería más prudente y más barato adaptarse a la subida de temperaturas, si ocurre.
En cualquier caso, reducir el uso de combustibles fósiles puede estar justificado por otras razones. Serviría para aliviar la contaminación y disminuir la dependencia del petróleo.
Se trata de conseguirlo sin perjuicio del desarrollo y el nivel de vida. Las políticas que utilizan los mecanismos del mercado tienen más probabilidad de éxito sin daño para la economía. Estados Unidos ha conseguido dominar la amenaza de la lluvia ácida con una ley de 1990 que estimula a la industria a adaptarse para reducir sus emisiones de óxidos de nitrógeno y de azufre. Las empresas contaminantes tenían que reformar sus instalaciones o comprar permisos de emisión a las que se hubieran adaptado (sistema previsto también en el Protocolo de Kioto).
Una política de energía limpia no tiene por qué ser dirigista o gravosa para la actividad económica. Así como la crisis de 1973 fue, a la postre, ocasión para lograr un uso más eficiente del petróleo, alentar el desarrollo de otras fuentes de energía puede constituir una oportunidad de nuevos negocios. Algunas grandes empresas ya lo consideran así. La petrolera BP Amoco se ha convertido en el primer fabricante mundial de placas solares. Si se estimula la demanda de energías alternativas, la economía se expandirá hacia ese nuevo territorio.
Para saber másØ Un extracto del «resumen ejecutivo» del tercer informe de la IPCC ha sido publicado en Le Monde, 3-XI-2000, p. 2.Ø En Internet varias organizaciones ofrecen documentación:
Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (www.unfccc.de). Entre otros documentos, incluye un útil Climate Change Information Kit, de 66 páginas (resource/iuckit/infokit.rtf). También ofrece información completa sobre el cumplimiento de los compromisos de Kioto.
Comisión Intergubernamental sobre el Cambio Climático (www.ipcc.ch).
Agencia Internacional de la Energía (www.iea.org). Estadísticas sobre consumo de combustibles y emisiones de CO2.
The Science & Environmental Policy Project (www.sepp.org). Reúne los argumentos de los científicos que discrepan de la IPCC y el Protocolo de Kioto.
Ø Sobre cómo algunas grandes empresas se dirigen al negocio de las energías alternativas: William Drozdiak, «Firms Become ‘Green’ Advocates», The Washington Post, 24-XI-2000, p. E01.