El cheque escolar «progresivo»

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La idea del cheque escolar está presente en las elecciones presidenciales de EE.UU. George W. Bush es partidario de conceder el cheque escolar a los niños de familias pobres para que puedan frecuentar buenas escuelas. Al Gore aboga por gastar más dinero para mejorar las escuelas. Robert B. Reich, antiguo ministro de Trabajo con Clinton, plantea (The Wall Street Journal, 6 septiembre 2000) una idea que podría satisfacer los criterios de ambas partes: el cheque escolar progresivo, según la renta de las familias.

Reich reconoce que el cheque escolar favorece el rendimiento de los alumnos que los utilizan. Cita un nuevo estudio -realizado por académicos de Harvard, Georgetown y de la Universidad de Wisconsin- que demuestra que, después de dos años, el rendimiento medio de estudiantes negros que se han cambiado a una escuela privada es un 6% más alto que el de los estudiantes que permanecieron en las escuelas públicas (ver servicio 117/00).

Entonces, se pregunta Reich, ¿no sería mejor que toda la financiación de las escuelas fuera a través del cheque escolar y que los padres pudieran elegir lo que consideran la mejor educación? Después de todo, esto es lo que hacen las familias más acomodadas, enviando a sus hijos a escuelas privadas o comprándose a alto precio una casa en barrios donde se sabe que las escuelas públicas funcionan (en estos casos, el «cheque» escolar va unido a la casa). «Los que defienden el cheque escolar, incluido un creciente número de padres negros, argumentan que los niños pobres deberían tener las mismas ventajas».

El mayor problema del cheque escolar es la división de las escuelas en buenas y malas. «Lo más probable es que los chicos más indisciplinados, cuyos padres no se preocupan de ellos o están desbordados por otros problemas, se concentrarían todos en las malas escuelas, que acabarían siendo peores de lo que son».

El estudio citado confirma la importancia del ambiente escolar en los resultados de los alumnos. Los padres de los alumnos que se beneficiaron del cheque declaran que en las escuelas privadas que ahora frecuentan hay menos actos de violencia, vandalismo o conflictos raciales que en las públicas que abandonaron.

¿Por qué hay menos problemas de disciplina en las escuelas privadas?, se pregunta Reich. Por una parte, las escuelas públicas tienen que proporcionar educación a todo tipo de alumnos, mientras que las escuelas privadas pueden excluir a los que tienen graves problemas de disciplina. Según el citado estudio, un 20% de los alumnos que se beneficiaron del cheque no completaron los dos años de estudios, y es de suponer que parte de ellos fueron expulsados. Por otra parte, las escuelas privadas atraerán probablemente a alumnos con mejor conducta que los que permanecen en las públicas, o que tienen familias más preocupadas por sus estudios.

Por eso, advierte Reich, «el cheque escolar por sí solo no solucionaría el problema de los chicos pobres en las malas escuelas, sino que concentraría más el problema». Las mejores escuelas atraerían a los mejores alumnos y en las malas escuelas permanecerían los peores.

Robert B. Reich indica que el problema de la polarización ya existe en EE.UU., porque se da realmente un segregación residencial por renta. En los barrios con mayores rentas la calidad de la enseñanza es alta, mientras que en los barrios pobres las escuelas cuentan con menos recursos.

«El único camino para no confinar a los niños pobres en las malas escuelas es darles unos recursos adicionales, mediante un cheque escolar que permita a los padres decidir dónde gastarlo». Según los datos que recoge Reich, la media de gasto público por alumno se encuentra entre 6.000 y 7.000 dólares al año (algunos Estados gastan 9.000, mientras que otros están en 4.000). Su propuesta es dar un cheque escolar «progresivo» según la renta. El cheque de los niños que pertenecieran al 20% de familias más pobres podría ser por valor de 10.000 a 12.000 dólares; el del siguiente 20%, entre 8.000 y 10.000. Los cheques podrían usarse en cualquier escuela que cumpliera los requisitos establecidos, con independencia de que fueran públicas, privadas o autónomas, esquivando así el problema de si la Constitución permite gastar dinero público en escuelas religiosas.

Reich cree que con ese sistema las escuelas tendrían un estímulo para mejorar y se evitaría la polarización en buenas y malas. «Las escuelas que están en áreas con muchos alumnos pobres recibirían una infusión inmediata de recursos financieros… Pero también tendrían que competir con otras escuelas cercanas para atraerse a los titulares de los cheques».

También las escuelas de buenos barrios podrían estar interesadas en atraerse a los alumnos beneficiarios del cheque escolar. «Aunque la competencia se centraría sobre todo en atraer a los alumnos con mejor conducta cuyos padres estuvieran más interesados en buscar buenas escuelas, los altos cheques podrían estimular a las escuelas a reclutar y a mantener también a los alumnos más difíciles».

Para terminar, señala que «las escuelas más ricas harían grandes esfuerzos para competir por los estudiantes de familias pobres si el cheque escolar ‘progresivo’ se extendiera por todo el recorrido de la escala de rentas. Si los hijos de las familias en el 20% más alto de renta recibieran un cheque de, digamos, 2.000 a 4.000 dólares, las escuelas situadas en las zonas más ricas buscarían estudiantes en su ámbito con cheques escolares de 10.000 a 12.000 dólares para poder hacer frente a sus presupuestos».

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