La presencia de Juan Pablo II en el país del Nilo ha servido para llamar la atención sobre la situación de la minoría cristiana copta -alrededor de un 10 por ciento de los 66 millones de habitantes del país-, cuyos problemas se han debatido por primera vez en la televisión oficial.
Por lo general, la relación entre musulmanes y cristianos en Egipto es ejemplar en el contexto del mundo árabe. Pero el gobierno tiene por delante aún mucha tarea para demostrar que Egipto es, en la práctica, el país más tolerante de la región. Los cristianos egipcios sufren el auge del fundamentalismo musulmán en el sur del país, que periódicamente da origen a sangrientos enfrentamientos, y la permanencia de anacrónicas normas legales que discriminan a los coptos.
Los choques en el Alto Egipto se registraron de modo especialmente dramático durante los primeros días del año en la ciudad de Al Kosheh, donde murieron veinte coptos y dos musulmanes. A raíz de un incidente comercial, fueron pasto de las llamas, en poblados vecinos, decenas de comercios regidos por cristianos, así como vehículos y algunas iglesias.
Diversas fuentes han apuntado a algunos grupos fundamentalistas -en particular la «Yamaa Islamiya»- que tienen su feudo en el sur del país, y tratan de desestabilizar el régimen de Mubarak, atacando al punto más débil: la población copta. En la mente de algunos musulmanes egipcios, los cristianos, que han resistido heroicamente durante siglos la presencia del Islam, se identifican no solo con los «infieles», sino también con los estamentos más ricos de la sociedad egipcia.
Violencias provocadas por una minoría fanática
El gobierno de Mubarak reconoce la tensión interreligiosa que vive el sur del país, pero la atribuye a meras «venganzas familiares», y se niega a admitir la existencia de discriminaciones contra la población copta.
Mons. Stephanos II Ghattas, obispo de la comunidad católica copta, declaraba en enero que «ordinariamente las relaciones entre las comunidad cristina y la musulmana son buenas. Ese tipo de incidentes (como los de Al Koshen) son obra de una minoría fanática, a menudo de jóvenes sin trabajo, que se echan en brazos de los jefes espirituales integristas. Algunos de ellos ni tan siquiera consideran que los coptos pertenecen a este país». En cuanto a la situación de los coptos en la sociedad egipcia, el obispo advertía que estaban discriminados en el seno de la Administración y del Ejército, mientras que trabajaban libremente en el sector económico.
Entre las quejas de la minoría cristiana figura la dificultad para construir nuevas iglesias o restaurar las actuales, en su mayoría desvencijadas, mientras las mezquitas florecen sin apenas requisitos legales. Se han demostrado abusos y torturas por parte de la Policía musulmana contra ciudadanos coptos, que no han sido investigados. Se omite en el plan de estudios la enseñanza de los primeros siglos de cristianismo en Egipto, antes de la llegada del Islam. Y, finalmente, el Gobierno no actúa contra los imanes que califican en las mezquitas de «infieles» a los ciudadanos coptos.
Debate público sobre las discriminaciones
La visita de Juan Pablo II ha sido ocasión para que, por primera vez, la televisión estatal dedique dos programas de debate al problema copto, en horas de gran audiencia. En una de ellas, un intelectual copto denunció la ley que desde hace siglo y medio obstaculiza la construcción y reparación de templos cristianos. A diferencia de las mezquitas, la ley exige obtener tal número de autorizaciones que es prácticamente imposible conseguirlas. El participante copto pidió que se aplicara el mismo reglamento a la construcción de mezquitas y a la de iglesias.
En una segunda emisión, los participantes coptos criticaron vivamente diversos tipos de discriminaciones (puestos en la Administración y en el sector público que los cristianos no pueden alcanzar). También recibió críticas el partido del presidente Mubarak, por no haber incluido ni un cristiano en sus listas para las últimas elecciones legislativas de 1995. En el Parlamento sólo hay seis diputados coptos, los cuales forman parte de la cuota de diez que puede nombrar el presidente. Para las próximas elecciones, el partido de Mubarak, que controla el 96% del actual Parlamento, ha decidido inscribir a coptos en sus listas de candidatos.
Otro gesto valiente ha sido un manifiesto publicado por la asociación de intelectuales «Al Nidaa al Gadid», en el que reclama «la solución de los problemas confesionales». Los firmantes hacen nueve recomendaciones, entre las que figuran unificar la reglamentación de la construcción de iglesias y mezquitas, la necesidad de que los servicios de seguridad sean imparciales en el caso de incidentes interconfesionales, acabar con las discriminaciones en la selección y los nombramientos para puestos públicos. Los intelectuales reclaman también la inserción en los programas escolares de materias que fomenten «la fraternidad y la tolerancia religiosa» y que se valore «la aportación cultural de la comunidad copta».
Postura más firme del gobierno
Una muestra de que el gobierno parece dispuesto a adoptar una actitud más firme contra la intolerancia ha sido la decisión del ministro de Educación de destituir al consejero encargado de la lengua árabe, por prohibir a los cristianos enseñar esta materia en las escuelas. Este alto responsable había enviado una circular en la que se establecía esta prohibición, alegando que como el programa de lengua árabe contiene versículos del Corán, no podía ser enseñado por no musulmanes. El ministro ha condenado esta medida, «contraria a los principios del Estado». El ministro explica que «al ser el árabe la lengua nacional de los egipcios, ya sean musulmanes o cristianos, es inconcebible prohibir a un profesor que enseñe la lengua de su país».
Además de otros argumentos, El Cairo está muy interesado en relajar las tensiones interreligiosas para volver a atraer el turismo, que cayó en picado después del brutal atentado islamista de Luxor, en noviembre de 1997. Además, de acuerdo con la Jerarquía copta, el Gobierno ha lanzado un plan de restauración de las 24 etapas que -según la tradición cristiana- recorrió la Sagrada Familia en su huida de Herodes, desde el Sinaí hasta el Alto Nilo, para atraer así a parte de los millones de peregrinos que se disponen a visitar este año Tierra Santa.
Aceprensa