El trabajo infantil está descendiendo en algunos países asiáticos desde que en 1997 se puso en marcha el «Acuerdo de Atlanta», por el que las empresas de estos países se comprometen a no emplear a niños. Sin embargo, el precio de este avance ha sido que desciendan los modestos ingresos de sus familias.
El «Acuerdo de Atlanta» impone que las empresas manufactureras no contarán con menores entre su plantilla. Las empresas también se comprometen a dejar que observadores internacionales comprueben que esta medida se está llevando a cabo. Según The Economist (8-IV-2000), en una ciudad como Sialkot (Pakistán), gran productora de balones de fútbol cosidos a mano, la medida ha afectado a 66 empresas, que representan el 90% de la exportación de la zona.
La puesta en práctica del acuerdo ha supuesto no sólo la renuncia a la mano de obra infantil, sino también un cambio en la organización del trabajo. Antes, aunque en las fábricas se cortaban e imprimían las láminas de la cubierta del balón, el cosido de los balones era realizado por familias de los pueblos en sus propias casas. Por cada balón ganaban alrededor de 25 rupias.
Pero los observadores de la Organización Internacional de Trabajo, que es una de las encargadas de vigilar que se cumple la ley, no podían ir casa por casa para ver si trabajaban o no menores. Por ello, las empresas se han visto obligadas a construir locales en donde reunir a todos los que cosen balones para facilitar la tarea a los observadores.
Pero muchas familias han perdido el salario de los niños, que no han podido ser sustituidos por el de las madres. Las mujeres, por costumbre y religión, no pueden trabajar en los nuevos locales. Por término medio, los ingresos de las familias han descendido alrededor del 20%.
El empleo de mano de obra adulta y otros gastos, como el transporte de los trabajadores hasta los locales, han elevado de 25 a 40 rupias el coste del cosido por balón. Las máquinas de coser balones, tecnología empleada en China e India, están quitando también mercado a Pakistán. La cuota paquistaní del mercado de balones americano ha bajado del 65% al 45% entre 1996 y 1998.
Pero no todo es negativo para las empresas. El acuerdo ha ayudado a algunas empresas manufactureras a ser más competitivas. El material de trabajo se reparte ahora entre muchos menos centros y cada pelota tiene un código, con lo que la empresa controla mucho más la producción.
Por otro lado, el acuerdo ha tenido buena repercusión sobre la escolarización. Unos 6.000 niños estudian en colegios de ONG asociadas al acuerdo. Para los que consideran el trabajo infantil un mal en cualquier caso, este resultado vale la pena, aunque el precio haya sido un descenso de los ingresos familiares. Otras ONG que apoyan el acuerdo, como Save the Children, distinguen entre la explotación infantil y el trabajo que permite a los niños ganar dinero y adquirir destrezas, sin perjudicar su escolaridad. Según sus datos, dos tercios de los niños que cosían balones lo hacían a tiempo parcial en casa, y el 80-90% iban al colegio. Los casos de explotación de mano de obra infantil en pésimas condiciones se dan más en otros sectores, como la fabricación de ladrillos, pero el cosido de los balones ha atraído más la atención de los periodistas.