Roma. La conmemoración de los 400 años de la condena de Giordano Bruno, que tuvo lugar el 17 de febrero, ha sido una ocasión para entender mejor el alcance de la «purificación de la memoria» propuesta por Juan Pablo II con ocasión del año jubilar, que vivirá su momento culminante el próximo 12 de marzo. También ha servido para comprobar que la figura del polémico pensador italiano continúa siendo, en buena parte, un estandarte al uso de un anticlericalismo de corte decimonónico (ver servicio 71/98).
La Iglesia «lamenta profundamente» que el juicio de la Inquisición acabara con la muerte de Giordano Bruno en la hoguera. Pero ese sentimiento no significa que se aprueben sus doctrinas, las cuales siguen siendo incompatibles con la fe cristiana. Esta podría ser la síntesis con la que el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado vaticano, manifestó el punto de vista de la Santa Sede con ocasión del cuarto centenario de la muerte del ex dominico.
Aunque Juan Pablo II no ha intervenido directamente en esta cuestión, las palabras de los cardenales Angelo Sodano y Paul Poupard (presidente del Consejo Pontificio para la Cultura), en sendas manifestaciones culturales, representan una versión autorizada sobre lo que piensa el Papa. Un primer punto es que el caso de Giordano Bruno es distinto al de Galileo, Jan Hus o incluso Savonarola. Aquí no se corrige la interpretación que se hizo en la época de sus doctrinas; lo que se rechaza es el tipo de proceso a que fue sometido: «Los miembros del Tribunal de la Inquisición lo procesaron con los métodos de coacción entonces habituales, pronunciando una sentencia que, en conformidad con el derecho de la época, anticipaba una muerte atroz».
De que las doctrinas del religioso dominico eran incompatibles con la fe cristiana no hay duda, pues negaba puntos tan fundamentales como la Trinidad, la Encarnación, la unicidad e inmortalidad del alma humana; los milagros de Cristo eran magia; en vez de un Dios trascendente, defendía un panteísmo cósmico… Ideas que le valieron ser excomulgado no solo por la Iglesia católica, sino también por los calvinistas y los luteranos.
En cuanto al proceso, el cardenal Sodano subrayó que «no nos toca a nosotros expresar juicios sobre la conciencia de cuantos se vieron implicados en este episodio». Sin embargo, añadió, aunque los datos autorizan a pensar que los jueces deseaban servir a la verdad y al bien común, e hicieron lo posible por salvar la vida a Bruno, el resultado violento, por manos del poder civil, no puede sino «constituir hoy para la Iglesia, en este como en todos los casos análogos, un motivo de profundo pesar». El cardenal recordó, citando el Vaticano II, que la verdad no se puede imponer sino con la fuerza de la misma verdad, y que hay que dar testimonio de ella en el absoluto respeto a la conciencia y a la dignidad de las personas.
Durante las conmemoraciones tampoco han faltado voces que han renovado la crítica por lo que supone una revisión histórica, hecha con ojos de hoy, sobre acontecimientos que hay que comprender en su contexto histórico (visión de la sociedad, marco jurídico común, etc.). Sin embargo, el cardenal Sodano se hizo eco de las palabras del Papa, según el cual la consideración de esas circunstancias atenuantes no elimina la necesidad de «reconocer las propias faltas y las de cuantos llevan o han llevado el nombre de cristianos».
Diego Contreras