La industria farmacéutica empieza a ceder a la campaña para que baje el precio de los medicamentos contra el SIDA en los países en desarrollo. La semana pasada, la multinacional norteamericana Merck ofreció a Sudáfrica y otros países su preparado Stocrin a 500 dólares por paciente y año, y otro, Crixivan, a 600 dólares: en ambos casos, la décima parte del precio en Estados Unidos. También la británica GlaxoSmithKline anunció el mes pasado que vendería medicamentos con un 90% de descuento a ONG y empresas de esos países que tengan sus propios centros sanitarios para empleados. Otra gran multinacional, Bristol-Myers Squibb (Estados Unidos) ha dicho que seguirá el ejemplo.
Estas decisiones suponen un significativo cambio de estrategia. Hasta ahora, los laboratorios han insistido en que el problema ha de ser abordado de modo global, mediante una negociación con los Estados y las organizaciones internacionales, y se han resistido a hacer sin más las rebajas reclamadas.
Ciertamente, los laboratorios tienen margen para vender con descuento fuera de Occidente. Sus balances del año 2000 revelan que gozan de una salud envidiable. Las ventas mundiales de medicamentos ascendieron el año pasado a 371.000 millones de dólares, un 12% más que en 1999. En comparación, el aumento anual de ventas fue de un 8%, de media, durante el decenio anterior.
Los beneficios no se han quedado atrás. En Europa se llevan la palma los de Aventis (franco-alemana), que subieron un 63% en 2000. Después vienen la francesa Sanofi-Synthélabo (+58%), la suiza Roche (+50%) y la norteamericano-sueca Pharmacia (+33%). También otros laboratorios europeos (GlaxoSmithKline, Novartis, AstraZeneca) han registrado aumentos notables, del 9% al 15,6%. En todos estos casos, los beneficios de 2000 fueron entre el 10,5% (Pharmacia) y el 31,2% (Roche) de la facturación, con la excepción de Aventis (5%). En Estados Unidos, la rentabilidad de las grandes compañías farmacéuticas (Pfizer, Merck, Bristol-Myers Squibb…) sigue estando en el 20-40%.
Ante tales resultados económicos, que pueden parecer escandalosos, los laboratorios recalcan que la cuestión no es simplemente de dinero. Los beneficios, dicen, son necesarios para sufragar el elevado costo de investigación. Por otro lado, abaratar los medicamentos contra el SIDA no resuelve por sí solo el problema de los países pobres.
Los cócteles de fármacos contra el SIDA exigen tratamiento continuado y seguido muy de cerca por los médicos, lo que no es posible sin buena infraestructura sanitaria. El tratamiento mal llevado o interrumpido es contraproducente, pues facilita la aparición de cepas del virus resistentes a los medicamentos.
El otro bando reconoce ese hecho, pero extrae una conclusión distinta: hay que avanzar a la vez en los dos aspectos del problema (precio de los medicamentos e infraestructura sanitaria). Un ejemplo de lo que se puede hacer es el plan iniciado en Haití para tratar a pacientes de SIDA con seguimiento, a falta de médicos suficientes, de personal específicamente formado para el caso (cfr. Washington Post, 9-III-2001).
Los genéricos hacen bajar los precios
Otro aspecto de la cuestión es el que resalta la ONG sudafricana Treatment Action Campaign. Si sería irresponsable empezar tratamientos sin garantía de continuidad, rebajas aisladas como las recientemente ofrecidas no bastan: hace falta un marco legal para asegurar que los precios sean siempre asequibles. Por eso, dice Zackie Achmat, presidente de esta ONG (Le Monde, 7-III-2001), hay que consagrar en las leyes el derecho de los países en desarrollo, aun sin consentimiento de los propietarios de patentes, a comprar genéricos más baratos («importación paralela») y a fabricarlos («licencia obligatoria»). Ambas cosas pretenden las leyes de Brasil y Sudáfrica denunciadas por Estados Unidos y por los laboratorios, respectivamente.
En estos casos, el interés de la industria farmacéutica es asegurar el respeto de los derechos de patente y evitar la erosión de los precios en los países más desarrollados, donde hace el 75% de sus ventas. Por eso Merck, al hacer su oferta al gobierno sudafricano, ha pedido garantías de que sus medicamentos abaratados no se reexportarán.
De hecho, la competencia de los genéricos ya ha forzado a bajar los precios. De ahí la suspicacia de las multinacionales hacia los laboratorios indios Cipla, que suministrará a Médicos sin Fronteras genéricos contra el SIDA a 350 dólares anuales, aun a costa de perder dinero. La semana pasada, Cipla dio otro paso que ha reforzado su imagen de empresa con talante filantrópico: ofreció sus genéricos al gobierno sudafricano a 600 dólares anuales. Las multinacionales no omiten subrayar que Cipla no ha hecho esta oferta en su propio país, donde cobra 1.000 dólares. Concluyen que Cipla hace simple dumping para ganar nuevos mercados, aprovechando que puede fabricar genéricos en India gracias a que su país no está obligado hasta 2005 a hacer cumplir las normas de la OMC sobre patentes de medicamentos.
Para completar esta información se puede consultar otros servicios de Aceprensa: «El mercado farmacéutico no abastece a los pobres» (129/99); «Los medicamentos en África son más caros que en Europa» (93/00); «Brasil hace asequibles los tratamientos contra el SIDA» (136/00); «Enfermos ricos y pobres» (3/01); «Unos laboratorios indios venderán genéricos contra el SIDA a bajo precio con destino a África» (24/01); «Campañas de ONG para lograr medicamentos baratos con destino al Tercer Mundo» (31/01).