El parkinson se debe a la degeneración de las neuronas que producen dopamina, lo que causa temblores y rigidez. La administración de levodopa alivia los síntomas, pero no detiene la muerte de las neuronas. Además, la medicación pierde eficacia con el tiempo y algunos pacientes desarrollan hipersensibilidad al fármaco, lo que produce episodios de agravamiento de los síntomas (espasmos, descoordinación de movimientos). Para sustituir a las neuronas perdidas por los pacientes, desde hace años se realizan trasplantes de células cerebrales procedentes de fetos abortados, práctica que ha provocado un debate ético (cfr. servicio 29/93). El primer ensayo controlado de esta terapia, cuyos resultados han aparecido en The New England Journal of Medicine (NEJM) el 8 de marzo, concluye que el implante de células fetales tiene tan poca utilidad, que no hay razón para seguir aplicándolo.
Médicos que han empleado este procedimiento habían comunicado buenos resultados, más o menos duraderos, en parte de los pacientes. Sin embargo, en realidad no había certeza, pues en los intentos realizados no se puede distinguir con seguridad entre los efectos del trasplante y los debidos a la medicación u otras circunstancias. Hacía falta un ensayo controlado, esto es, con dos grupos de sujetos: unos -el grupo experimental- a los que se administrase el tratamiento y otros -el grupo de control- que recibieran un placebo. Además, para evitar sugestiones, ni los pacientes ni los médicos que los tratasen deberían saber quiénes recibieron trasplante y quiénes no.
Eso es lo que han hecho, por vez primera, los autores del estudio recién publicado, médicos de diversas universidades de Estados Unidos. Efectuaron el ensayo con 40 voluntarios de 34 a 75 años, todos con parkinson severo y enfermos durante una media de 14 años. Los distribuyeron al azar y por partes iguales en los dos grupos. En este caso, el placebo consistió en cirugía simulada: los sujetos de control pasaron por el quirófano y se les perforó el cráneo, pero no recibieron trasplante. Para los otros se emplearon neuronas de fetos abortados. Se comprobó que las neuronas implantadas arraigaban y se desarrollaban. Se vigiló la evolución de todos durante un año, y al término del plazo se evaluaron los resultados.
La comparación entre ambos grupos no arroja diferencias estadísticamente significativas. Solo mejoraron los pacientes del grupo experimental que tenían 60 años o menos. Pero a esas edades no se da más que el 10% de los casos de parkinson. Además, el 15% de los enfermos que mejoraron presentaron, al cabo del tiempo, fuertes espasmos, como los pacientes que se hacen hipersensibles a la levodopa. El problema es que, así como en casos normales los episodios desaparecen al suspender la medicación, en el ensayo no hubo modo de detener los espasmos.
El Dr. Paul Greene, uno de los autores del estudio, concluye, en declaraciones al New York Times (8-III-2001), que no está justificado seguir usando el procedimiento. Habría que volver, añade, a la fase experimental, quizá solo con animales de laboratorio.
El NEJM acompaña la publicación del estudio con dos editoriales. Uno de ellos reconoce que el ensayo constituye un serio revés a las esperanzas puestas en el trasplante de células fetales, pero a la vez pone objeciones al método empleado. El número de sujetos y el tiempo de seguimiento, dice, son insuficientes para sacar conclusiones firmes. También plantea una cuestión ética: ¿estaba justificado usar cirugía simulada teniendo en cuenta los beneficios que cabía esperar de la terapia? De la moralidad de usar fetos abortados no comenta nada, problema al que sí se refiere la periodista que firma la información del New York Times. EL NEJM solo señala que difícilmente estos trasplantes serán el tratamiento del futuro, aunque solo fuera porque exigiría un «asombroso» número de fetos incluso si se aplicara nada más que a una pequeña parte de los pacientes.