Monseñor Matthias Duan Yinming, obispo de Wanxian, murió el pasado 11 de enero a los 92 años de edad. Había sido nombrado obispo el 9 de junio de 1949 por Pío XII. El triunfo de la revolución china ese mismo año le convirtió en el último obispo nombrado oficialmente en China por el Papa. Reconocido por las autoridades comunistas y fiel a Roma, fue un hombre puente entre los católicos «patrióticos» y los «clandestinos».
Mons. Duan intentó siempre la reconstrucción de la Iglesia china, dividida en dos: la Iglesia patriótica, controlada por el régimen comunista, y la conocida como Iglesia clandestina, fiel al Vaticano y sometida a la represión del régimen.
En 1958, después de la ruptura de relaciones con Roma, fue uno de los responsables de la Asociación Patriótica de Católicos de China, y aceptó ordenar a otros obispos nombrados por las autoridades comunistas, sin el aval del Papa. Durante su vida ordenó ocho obispos y participó como co-consagrante en la ordenación de al menos otros seis.
Pero no fue un hombre servil a las autoridades comunistas. En diversos períodos estuvo condenado a trabajos forzados en plantaciones de algodón y en fábricas. Durante los años de la Revolución cultural (1966-1973) fue internado en campos de reeducación por el trabajo, y no le fue consentido volver a la Iglesia de Wanxian hasta 1979.
Juan Pablo II le invitó a participar en el primer Sínodo de obispos de Asia, celebrado en Roma en abril de 1998, pero el gobierno chino le prohibió ir, como tampoco le permitió acudir a la clausura oficial de dicho Sínodo en Nueva Delhi.
Aun formando parte de la Asociación Patriótica de Católicos, Mons. Duan siempre proclamó su unión con el Papa: «Rezo cada día por el Papa y por su misión, por su salud, y pido al Espíritu Santo que sostenga su servicio a la humanidad. Quiero expresar además mi profunda fidelidad a él», declaró en una entrevista a la agencia Fides en 1998. Junto con todos los fieles, deseaba «un viaje del Papa a China. El Papa ha demostrado que quiere mucho a la Iglesia china. Por ese motivo, deseamos de todo corazón que un día pueda venir a nuestro país». Fue un hombre muy querido por el pueblo chino. Hasta el propio gobierno chino, en una infrecuente declaración oficial, ha dicho que «Monseñor Duan ha dado una contribución decisiva al país y a la Iglesia. Es un personaje amado y estimado por todos».