Autor de novelas juveniles y de libros para adultos, como La hija del ministro, Miguel Aranguren (1970) se centra en su reciente novela en la figura de Jesucristo. Con una esmerada labor de documentación, que da sabor local a las escenas del libro, convierte en literatura muchos momentos de la vida de Jesús, para los que se inspira especialmente en los Evangelios.
Pero también emplea la imaginación para, con verosimilitud, imaginarse escenas cotidianas y diálogos de Jesús con sus padres, sus vecinos, sus amigos en Nazaret, Belén, Jerusalén. En este sentido, con mentalidad de novelista, el autor describe la vida íntima y familiar de Jesús, José y María. Y también la relación con otros muchos personajes que aparecen en los Evangelios y que protagonizan escenas sencillas, llenas de hondura y naturalidad.
Aranguren no quiere convertir a estos personajes sagrados en seres hieráticos, labrados en mármol, sino que busca mostrarlos de carne y hueso, cercanos. Para ello, es fundamental recrear la época, las costumbres, la manera de relacionarse de actores de la historia como Juan el Bautista (que tiene un protagonismo especial), Marta, Lázaro y María. Con frecuentes saltos en el tiempo, el autor habla del presente y del pasado, dando vida literaria a algunos pasajes de la vida de Jesús.
Con un estilo sencillo y evocador, el autor acerca a los lectores contemporáneos, quizá con escasos conocimientos sobre estos sucesos, tanto la vida de Jesús como las grandes líneas del mensaje cristiano. Si bien hay otros autores que buscan en la vida de Cristo ingredientes y motivos para la heterodoxia, exagerando algunas actitudes, Aranguren presenta a un Jesús que encarna de manera natural su humanidad y divinidad. Y el autor consigue que Jesucristo y el resto de los personajes tengan vida propia.