El Rastro madrileño es, como otros mercados similares en diferentes ciudades españoles y europeas, una radiografía de la sociedad, cuyo significado –opina Andrés Trapiello– va más allá del simple intercambio comercial. En el Rastro se almacenan y venden cosas viejas que parecen inútiles; un auténtico cementerio de cachivaches en vías de extinción, que, sin embargo, siempre encuentran un comprador, alguien interesado en ellas, a veces de manera compulsiva. Y es que tan interesante es lo que se vende en el Rastro como los vendedores y hasta los propios compradores.
Trapiello es uno de ellos. Lo lleva recorriendo desde hace cuarenta años y ha escrito sobre el Rastro muchas páginas; la mayoría en los volúmenes de sus diarios que llevan como tít…
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