“Es mi teléfono. Lo he comprado yo, he sido yo quien lo ha pagado y te lo estoy dejando, ¿a que soy genial?”. Esta es la primera disposición que establece el contrato tecnológico que Janell Burley Hofmann, coach familiar muy conocida en la Red y madre de cinco hijos, hizo con su hijo mayor, Gregory, de 13 años, cuando le regaló un iPhone por Navidad. Los 18 puntos que redactó –y que desarrolla en este libro– no solo son un buen manual para usuarios, sino que constituyen una auténtica guía educativa, porque el famoso contrato es una excusa para hablar de temas tan esenciales como la responsabilidad, la madurez, las relaciones sociales, la pornografía, el civismo, el respeto, la amistad, la relación entre padres e hijos, el colegio, el acoso…
Es evidente que la tecnología se ha metido en nuestras vidas y lo ha hecho con mucha precipitación. Y también que nuestros hijos se la verán con ella. No podemos abandonarlos; es necesario que los acompañemos, guiemos y eduquemos en su uso. El contrato que propone Janell Burley Hofmann es una buena herramienta para hacerlo.
Aunque el libro se centra en la tecnología, sus enseñanzas se pueden aplicar a otros ámbitos educativos: no se puede educar si no se hace de manera integral. En este sentido, por ejemplo, enseñar criterios para utilizar con sensatez el móvil constituye una concreción de los criterios generales que transmitimos a nuestros hijos.
La obra desgrana el contrato tecnológico, que la autora divide en tres grandes partes: “Respeto”, “Responsabilidad” y “Vive a tope”. El respeto, tanto en la vida real como en la virtual, consiste en ser amable, decir la verdad y hacer un buen uso de la palabra. La responsabilidad exige pedir las cosas por favor y dar las gracias, pero también incluye mirar a la gente a los ojos, trabajar bien, valorar lo que se tiene, saborear la gratitud, implicarse… Vivir a tope, por último, implica divertirse, jugar, salir de casa, crear, imaginar, investigar y hacer cosas por los demás.
iRules emplea ejemplos ilustrativos y hará reflexionar a los lectores. Es un libro que destila optimismo porque la autora no explica cómo “sobrevivir” en el maremágnum tecnológico, sino cómo convivir y progresar con la tecnología.
“El mensaje más poderoso de este libro –resume Janell Burley Hofmann– es que, aunque la tecnología cambie, la lección de respeto a uno mismo, de integridad y de responsabilidad no lo hará”. Y propone que cada familia haga su contrato en función de sus circunstancias, su manera de ser, las características de cada hijo y su propio marco de convivencia. El acuerdo solo ha de cumplir una condición: los padres han de ser los guías.