Otra novela de Leonardo Padura (La Habana, 1955) protagonizada por Mario Conde, expolicía que vive en La Habana, y que se ha convertido en un personaje habitual del autor, tanto en las obras estrictamente policiacas como en las de más fuste literario, como Herejes.
En esta nueva entrega, Conde está a punto de cumplir sesenta años y tras abandonar el cuerpo de policía se dedica a la compra de libros viejos. De vez en cuando, acepta investigar por su cuenta algunos casos. Conde no ha perdido su olfato policial y sabe cómo llevar a cabo una investigación, por complicada que sea. Tiene buenos contactos, muchos amigos, y conoce bien La Habana. Escéptico y cínico, inteligente y crítico, Conde es un atrayente personaje que Padura utiliza para interpretar y reflejar la realidad cubana del régimen de los hermanos Castro.
El argumento se basa en la búsqueda de una imagen de una virgen medieval que un español se llevó a Cuba durante la Guerra Civil española y que hizo pasar por una imagen más de la popular Virgen de la Regla cubana. Al parecer, se trata de una escultura negra, como la de Montserrat, de incalculable valor. Un antiguo compañero de estudios de Conde, ahora marchante de arte y homosexual declarado, reclama sus servicios para que le encuentre esta imagen, que en uno de sus viajes le ha robado su último amante, desaparecido tras desvalijarle la casa.
La búsqueda lleva a Conde a contactar con anticuarios y expertos en arte que mueven mucho dinero con sus transacciones tanto en Cuba como en Miami y otros países. Suelen ser gente con clase, ávidos de negocio y ganancias, sin escrúpulos morales, que utilizan el sexo como estrategia comercial. Conde recorre La Habana, desde las zonas más ricas, de lujo y lujuria, a barrios mugrientos, donde se ha instalado la inmigración interna en la capital. Resultan muy interesantes estas páginas que muestran la vida en La Habana sin las anteojeras publicitarias del régimen.
A la vez, y quizás sea este el aspecto más débil de La transparencia del tiempo, incluye una trama histórica basada en las distintas personas que han estado relacionadas con la imagen de la Virgen, desde la Edad Media hasta su último poseedor.
Padura ha conseguido un personaje muy atrayente, Conde, que le permite dotar de más densidad a los ingredientes policiacos. También contribuye a ello el entorno de Conde: su perro Basura II, sus amigos, su amante-mujer, sus antiguos compañeros de la policía… La Habana, con sus ambientes y sus gentes, comparte el protagonismo con el detective.