Richard Ford ha reunido en este volumen dos textos autobiográficos, escritos con más de treinta años de diferencia, en los que realiza un nostálgico homenaje a sus padres. El dedicado a su madre, de 1981, se publicó en 1986; el segundo, sobre su padre, es de 2016. Estos textos conectan con algunos relatos memorialísticos que Ford reunió en su libro Flores en las grietas, centrados en su relación con la literatura.
“He intentado, en la medida de lo posible, escribir solo aquello que sabía y no sabía de un modo objetivo”. Este estilo es muy similar al de sus novelas más famosas, aunque lógicamente haya en estas narraciones una implicación más personal y subjetiva. Partiendo de los hechos, cuenta la vida del padre hasta que conoce a su mujer. Ya por aquel entonces, el padre era viajante de comercio, trabajo que condicionó su vida, la de su mujer y también la de Richard. Cuando el hijo nació, los padres hubieron de tomar algunas decisiones importantes, como comprarse una casa donde establecerse, aunque el marido seguía viajando de lunes a viernes. Este sentido de una intermitente ausencia marca las relaciones entre padre e hijo, siempre cordiales por otra parte, y hará que Richard tenga con su madre una intimidad mucho mayor.
La muerte del padre en 1960 cambia la vida de Richard, entonces un joven de dieciséis años. Su madre comienza a trabajar, lo que hace a Richard todavía más independiente. Sin embargo, se fortalecen los vínculos entre los dos, que alcanzarán una compenetración especial con ocasión de la enfermedad y muerte de ella.
No busca Ford idealizar ni la vida de sus padres ni la relación que tuvo con ellos. En todo momento, busca atenerse a la realidad de lo conocido. Aunque hay referencias a sus sentimientos, quedan siempre en segundo plano y, como sucede también en sus novelas, las vidas de sus padres, y la suya propia, adquieren protagonismo sociológico, como si fueran todos personajes de la América que él retrata en su literatura.