Se traduce ahora al castellano este texto, editado en francés en 1974, y considerado un libro clásico de la literatura alpina. La “alta ruta” conecta los valles de Chamonix y Zermatt, en una zona rodeada de picos de más de cuatro mil metros, de nieves perpetuas, entre glaciares, grietas, puertos, riscos…, y llena de dificultades que alpinistas y esquiadores de fondo tratan de superar en determinadas épocas del año. Maurice Chappaz (1916-2009) nació en Lausana (Suiza) y a lo largo de su vida desempeñó trabajos muy variados, pero fue sobre todo un gran viajero por los cinco continentes y escritor. Murió en Martigny, en el cantón del Valais.
Sin embargo, La alta ruta no es un libro de viajes o de aventuras al uso. Aunque a lo largo de los ocho capítulos trata sobre su experiencia alpina, desde los preparativos hasta el final de la dura prueba, el libro destaca por la calidad de la prosa, con la que intenta que el lector capte la singularidad de la relación del hombre con la naturaleza, en condiciones extremas. Se trata de una mezcla de seducción amorosa y de combate a vida o muerte. Por esto parece que la montaña, las nieves, los picos, las morrenas, las rocas, el viento, la niebla, etc., cobran vida, son como un personaje al que el hombre se enfrenta en inferioridad –corre el riesgo de morir en los glaciares–, pero que, no obstante, ofrece una atracción difícil de resistir.
El lenguaje se torna a veces un tanto hermético y la experiencia de lo que está viviendo el narrador, con multitud de sensaciones muy variadas –tanto físicas como espirituales–, da pie a algunas consideraciones antropológicas e incluso religiosas, ascéticas o rituales. A esto hay que añadir la belleza del lugar, muy bien descrita. Merece un elogio la cuidada traducción de Rafael-José Díaz.