La primera novela de Paula Hawkins, La chica del tren, logró un gran éxito. Esta segunda, aunque no sea tan original en el estilo, también atrapa y mantiene la tensión. El argumento gira alrededor de un supuesto suicidio. Nel Abbott, escritora, ha aparecido muerta en la “la fosa de las ahogadas”, un lugar del río que pasa por Beckford (Reino Unido), donde ya antes ha habido varias muertes de mujeres; una de ellas era la madre de Sean Townsend, comisario del pueblo.
Jules, hermana pequeña de la última fallecida, tiene que volver al pueblo y hacerse cargo de la hija de Nel, Lena, que está absolutamente segura de que lo sucedido es un asesinato. Nel estaba fascinada por el río, como muchos habitantes del pueblo, y había comenzado a investigar sobre los suicidios y su relación con el río, buscando testimonios que pudieran aportar datos para interpretar los sucesos.
Townsend se hace cargo del caso y se muestra convencido de que –al igual que su propia madre– Nel se suicidó. Además, entra en escena la familia de una adolescente que también se quitó la vida. Hawkins acumula demasiados personajes y datos al principio del relato.
Como en la anterior novela, el estilo es rápido y eficaz, propio de la literatura de entretenimiento. Del análisis de los personajes interesan sobre todo sus reacciones interiores y sus interpretaciones personales de los hechos. La autora refleja un buen conocimiento de la psicología femenina.