Cada vez hay más libros que recomiendan cultivar el silencio o practicar algún tipo de meditación (ver Aceprensa, 23-11-2016). Lo curioso es que muchos de ellos se aproximan a costumbres religiosas lejanas a nuestra cultura para sanar el espíritu y pasan por alto la rica tradición de la espiritualidad monástica. El peligro es no diferenciar entre esos dos caminos: el primero pone como meta el silencio, la nada o apagar el ruido para oír con más nitidez las exigencias de nuestro propio yo; en el segundo caso, el silencio es el instrumento para descubrir la voz de Dios.
El cardenal Sarah explicó en Dios o nada la importancia que la oración silenciosa ha tenido en su vida. Ahora ofrece, también en una larga entrevista con el periodista francés…
Contenido para suscriptores
Suscríbete a Aceprensa o inicia sesión para continuar leyendo el artículo.
Léelo accediendo durante 15 días gratis a Aceprensa.