Existen muchos libros cuyo objetivo es dar con la fórmula para escribir una buena historia y, dentro de este terreno, no son pocos los autores –Robert McKee, Linda Seger o Syd Field, entre los más conocidos– que han estudiado el arte del guion cinematográfico. En cambio, apenas hay libros dedicados a cubrir ese abismo que media entre un guion y la película que, tiempo después, será estrenada en la gran pantalla.
Sin embargo, es en ese misterioso intermedio entre texto e imagen donde se debate la coherencia de todo el proceso fílmico. La unidad narrativa de un guion –con sus personajes, metas y conflictos– exige ser bien interpretada términos visuales: color, luz, movimiento, ritmo, tratamiento del espacio, etc. Recordando las palabras del cineasta Billy Wilder, no basta un buen guionista, también es útil que el director sepa leer.
Del guion a la pantalla se detiene en explicar ese decisivo paso intermedio, que Sánchez-Escalonilla refiere como “escritura visual”. ¿Cómo escribir la escena de arranque de El silencio de los corderos o de El padrino? Esta pregunta quedaría incompleta si no estuviera seguida por otra: ¿Cómo traducir ese texto al lenguaje visual? Es este último paso el que marca la diferencia entre una cinta mediocre y una obra maestra. El autor analiza los componentes visuales de estas y otras escenas para mostrarnos cómo, en muchas ocasiones, el meollo de una historia puede deducirse de los primeros minutos de película: basta con educar un poco la mirada.
El nuevo libro de Sánchez-Escalonilla, profesor universitario de narrativa audiovisual, es un paso más dentro de su indagación sobre el arte de contar historias para la gran pantalla, iniciada con Estrategias de guion cinematográfico. Las principales claves de aquel libro en torno al conflicto dramático son ahora aplicadas a la escritura visual mediante una rica selección de ejemplos, donde conviven títulos clásicos con otros de reciente estreno, como Interestelar, La teoría del todo, El Francotirador o Amor bajo el espino blanco, entre otros. La opción del autor por analizar películas asequibles a un público amplio, unida a un estilo fluido y salpicado de jugosas referencias y anécdotas, hace que Del guion a la pantalla sea un buen libro para que un lector no especializado pueda ahondar en los entresijos del séptimo arte.