El libro de Jorge Ordeig se sitúa en el ámbito clásico de la teodicea, ya que es un intento de justificar la existencia de Dios dentro de un marco como el de la Creación, en el que la presencia del mal es un hecho.
En el título se deja entrever la intención que persigue el autor. El dolor, ciertamente, es un problema y es real; sin embargo, el cristiano cree en primer lugar y por encima de todo en un Dios amoroso, en el Dios de la alegría. El mal no nos lo envía Dios, pero entonces ¿cómo resolver este escándalo? ¿cómo dar una respuesta satisfactoria a esta aparente contradicción sin perder la confianza en Dios?
La tesis de Ordeig es que debemos esforzarnos por corregir nuestro lenguaje. No es verdad que Dios permita el mal. Dios solo quiere bienes, vida, alegría, pero esto exige preguntar por la causa del dolor. En la primera parte del libro este asunto se aborda con un lenguaje sencillo y claro. Es de agradecer que el autor, dentro de la complejidad del problema, haya simplificado la cuestión con un vocabulario y unos ejemplos que facilitan su comprensión, sin por ello renunciar a ser riguroso.
La segunda parte del libro, más breve, pero también interesante, está dedicada a la cuestión práctica de cómo afrontar el dolor desde la perspectiva humana, pero también desde una correcta visión cristiana.
Lo esencial queda explicado en las páginas de este breve libro, pero para terminar el autor ha querido comentar una bibliografía que, sin ser exhaustiva, puede ayudar al lector a profundizar más en esta cuestión abierta.
La lectura del Dios de la alegría y el problema del dolor resulta muy recomendable ya que puede ayudar a muchas personas a no caer en la angustia y la desesperación ante situaciones dolorosas de la vida.