José Ignacio Munilla y Begoña Ruiz Pereda instan a que los jóvenes dejen de jugar al amor y se decidan a vivirlo intensamente
Como explica Pierre-Hervé Grosjean, sacerdote dedicado durante muchos años a la juventud y autor de Amar, pero ahora en serio (Rialp, 128 págs., 12 €), cuando habla con los jóvenes sobre sexo tiene la impresión de que ya lo saben todo, incluso de que algunos han tenido experiencias prematuras, pero también percibe que no han aprendido –tal vez porque nadie se lo ha enseñado– el sentido de la sexualidad. Y es importante que durante la adolescencia se comprenda la riqueza del amor humano y la profundidad de su expresión sexual porque es la época en la que se madura y se enraízan la personalidad y los valores de la vida adulta.
Hablar de amor antes que de sexo
Papá, enséñame a amar (Palabra, 138 págs., 14,50 €), de Inès Pélissie du Rausas, insiste en que los padres se adelanten en estos temas y que sigan de cerca la evolución de las inquietudes y preguntas de los hijos en la pubertad. A veces habrá que vencer el pudor, pero es mejor romper el silencio que arriesgarse a que busquen respuestas en otros lugares. En cierta medida, formar a los hijos para asegurar que ya desde su primer despertar sexual entiendan la estrecha conexión entre sexualidad y amor, resulta imprescindible.
Pélissie escribe de un modo muy didáctico: a través de las supuestas preguntas del niño, expone cómo contestar a las cuestiones más concretas que pueden preocupar en esa etapa de la vida. Pero humaniza esa información con alusiones oportunas a la ternura, la felicidad, el respeto o el pudor. Al ser un libro pensado para padres, son útiles las explicaciones sobre el desarrollo de los niños y de las niñas, sobre sus sentimientos durante la pubertad. Se nota que la autora está familiarizada con las preocupaciones de los adolescentes.
Inès Pélissie du Rausas insiste en que los padres se adelanten en estos temas y que sigan de cerca la evolución de las inquietudes y preguntas de los hijos en la pubertad
Precisamente por su conocimiento de primera mano sabe cuáles son los riesgos y alerta a los padres sobre los que considera más peligrosos: la curiosidad malsana e Internet, la falta de confianza, el fácil acceso a la pornografía, la pérdida de la intimidad, las enfermedades de transmisión sexual, las prácticas deshumanizadoras… aspectos que hay que conocer para defender la dignidad de los adolescentes. Hay una cuestión que merece ser resaltada: la importancia que otorga a la imagen de la mujer (y del hombre) que se forme el niño, que depende de lo que le sea transmitido en casa. Tal vez esa sea la primera –y más trascendental– educación sexual que haya de recibir el niño.
Una espera alegre
Por su parte, Grosjean orienta, en un libro breve y dirigido a los jóvenes, durante esa etapa de turbulencia emocional que es la adolescencia. Para que el adolescente sepa conocerse y aceptarse a sí mismo, precisa las diferencias entre el enamoramiento y el amor y vincula este último con la inteligencia y la voluntad. Su método es interesante porque comprende al joven y no se sitúa en un plano de superioridad. Y valora su capacidad y sus anhelos de entrega, intentando amansarlos y dirigirlos a la diana adecuada.
Si el amor es entendido como la entrega de uno mismo, antes de embarcarse en él es necesario haber madurado como persona y estar preparado. Los tres consejos de este sacerdote son claros y contundentes: No demasiado pronto, ni demasiado rápido ni demasiado cerca. La espera no implica, sin embargo, represión: es un proceso alegre en el que el “yo” siembra las virtudes necesarias para recibir a un tú.
Tanto el texto claro y fresco de Grosjean como el desenfadado de Mons. José Ignacio Munilla y Begoña Ruiz Pereda, Sexo con alma y cuerpo (Freshbook, 168 págs., 16 €), instan a que los jóvenes dejen de jugar al amor y se decidan a vivirlo intensamente. Los últimos, sin embargo, realizan un diagnóstico cultural y ajustan cuentas con un modelo antropológico superficial y frívolo. En uno y en otro caso, los autores recuerdan que la enseñanza de la Iglesia sobre la sexualidad expresa lo que resulta accesible a la razón.
El amor como don
En la intimidad sexual, el hombre y la mujer, complementarios, expresan su amor entregándose recíprocamente. El sentido de la sexualidad es tan elevado porque refleja la donación de sí, el don de la persona en su totalidad. De ahí que exija un compromiso público y de por vida. Cuando se rebaja su significado o se banaliza la unión sexual, cuando se rehúye o falsifica la donación, la experiencia puede resultar dolorosa y frustrante.
Munilla y Ruiz Pereda reivindican la virtud del pudor para proteger la intimidad del hombre y de la mujer. Más que mojigatería, la vivencia del pudor revela la intensidad y exigencia de la donación de uno mismo. Asimismo, la castidad, que educa en la fortaleza y posibilita la dirección de los instintos, pone en sintonía el alma con el cuerpo.
Es importante que durante la adolescencia se comprenda la riqueza del amor humano y la profundidad de su expresión sexual porque es la época en la que se enraíza la personalidad
Sexo con alma y cuerpo ha recibido críticas en algunos medios, que denunciaban la reaccionaria enseñanza que ofrecía sobre la homosexualidad, la masturbación o la cohabitación. El libro está escrito sin tapujos y los autores son valientes al abordar temas que pueden resultar demasiado explícitos, pero que preocupan a muchos adolescentes y que es necesario que los padres expliquen a sus hijos. En este sentido, para padres y educadores puede ser muy útil.
Aprender a amar
Esta visión de la sexualidad está alejada de un supuesto “prohibicionismo”: ni es triste ni es aburrida. Precisamente porque comprende que las acciones sexuadas poseen un significado personal, oblativo, y que en su entrega el hombre alcanza su plenitud, desligar el sexo del amor se antoja tan desgarrador y equivocado. Descubrir esto a los jóvenes puede ahorrarles muchos lamentos.
Pero a amar se aprende, poco a poco, con tiempo y paciencia, según Grosjean. Y Munilla recomienda ser “astutos como palomas” para descubrir al amor verdadero desde el principio, sin idealismos. Contra la moda de “estar saliendo” con alguien, estos dos libros aconsejan tomarse el noviazgo en serio y no tontear. ¿No son quizá estos noviazgos intercambiables y fugaces una de las causas de la banalización de las relaciones de pareja?
Destinado al público adulto, Luces y sombras del amor (Rialp, 168 págs., 13 €), de Cormac Burke, juez de la Rota romana, aclara, de un modo didáctico y aprovechando su experiencia, el valor de la feminidad y la masculinidad, el sentido de la identidad sexual y del matrimonio, y el fracaso del amor que supone el divorcio. Aunque también insiste en que para darse hay que poseerse –y que por tanto la madurez personal es una condición del amor verdadero–, la enseñanza principal de estas páginas es concebir el matrimonio como una escuela de amor. Así entendido, puede exigir esfuerzo, se pueden dar buenos y malos momentos, pero si se persevera, se desarrolla al máximo la capacidad de amar y de donarse.
Burke disipa las dudas y aclara que el amor entre un hombre y una mujer no es incompatible con los hijos. Y que no es coherente decidirse por el divorcio si la convivencia no resulta del todo satisfactoria. Considera, así, que precisamente por no estar abiertos a la vida y por egoísmo, fracasan muchos matrimonios. Y contrapone a esa visión fría y calculadora del amor aquella que considera a los hijos como el proyecto más importante de amor en el matrimonio y acepta los sacrificios que conlleva amar.