Crítico teatral en el diario El País, Marcos Ordóñez (1957) es autor también de varias novelas, el volumen de memorias Un jardín abandonado por los pájaros y libros dedicados a personajes del cine y del teatro. Su novela Comedia con fantasmas está ambientada en ese mundo, que el autor conoce a la perfección. Publicada en 2002, ahora reaparece en otra editorial.
Todo comienza en 1925, cuando a los 13 años Pepín Mendieta abandona su familia y entra como meritorio sin sueldo en la compañía itinerante El Gran Teatro del Mundo, que dirige Eduardo Pombal, apasionado de Shakespeare y de las comedias de magia, tan en boga en la España de los años veinte y treinta.
Con Pombal, Mendieta recorrió muchos escenarios de la península hasta que se instalaron en Madrid, donde tuvieron mucho éxito con espectaculares adaptaciones de El barón de Münchausen, Sin novedad en el frente y Jane Eyre, obra con la que entra en escena Rosa Camino, actriz de gran talento que será después una de las amantes de Pepín.
Tras abandonar a Pombal en 1934, y casi por casualidad y para sobrevivir, empezó a trabajar de actor en pequeños papeles. Tras la guerra civil, cuando los géneros teatrales populares perdieron terreno ante las posibilidades del cine, Pepín empezó a hacer de extra en algunas películas. Luego emprendió una meteórica carrera como actor hasta que se convirtió en un cómico de renombre dentro del cine más popular. Durante esos años de éxito, Pepín recuerda su trayectoria profesional y sus reencuentros con aquellas personas que habían marcado su vida: Pombal, el actor Monroy, Rosa Camino –que aporta a la novela el componente sentimental– y el resto de los integrantes de El Gran Teatro del Mundo.
Lo más sobresaliente del libro es la recreación, desde dentro, del mundo del teatro itinerante y popular. El autor ha realizado un gran trabajo de documentación y se ha inspirado en actores y directores de carne y hueso, convirtiendo en novela sus trayectorias profesionales. Abundan las sugestivas observaciones sobre cuestiones relacionadas con la interpretación, los montajes, la ambientación, el público, el mundo de los actores… Destaca el papel de Eduardo Pombal, un adelantado a su tiempo en tantas cuestiones que supo competir de manera muy digna con el cine sacando el máximo partido a las posibilidades escénicas del teatro popular. La novela recrea un espectáculo que se encuentra en vías de extinción y, también, un estilo de vida, el de los cómicos itinerantes y el de los primeros actores del mundo del cine.
El autor abusa, sin embargo, de algunos tópicos relacionados con la profesión de cómico: todos los personajes son muy vitales, idealistas, materialistas a su manera, que viven instalados en un relajado estilo de vida donde sobresalen la obsesión por el teatro y por el placer. Las memorias de Pepín repasan su constante afición a los prostíbulos y, después, su relación meramente carnal con algunas de sus amantes. Lo mismo les pasa al resto de personajes. También son tópicas y gruesas algunas referencias costumbristas. Falta a la novela un argumento más convincente, y la trama sentimental no acaba de tener suficiente envergadura y credibilidad.
“No existe ya aquel paisaje, el paisaje de mi vida”, rememora Pepín Mendieta. Las memorias son su último esfuerzo para rescatar del olvido una manera de hacer teatro que ya no volverá y a la que en esta novela se realiza un rendido homenaje.