Otro episodio más de esta saga –los crímenes de Fjällbacka– y con tan buena factura como los anteriores. Ya resultan familiares los personajes y los escenarios creados por la sueca Camilla Läckberg (Fjällbacka, 1974).
Esta serie tiene unos protagonistas que por su normalidad se salen de los esquemas habituales de la novela policiaca. Son un matrimonio: Patrik Hedström, el policía responsable de las investigaciones (aunque las medallas se las suele llevar su jefe, el comisario Mellberg), y su mujer, Erika Falck, escritora, que se dedica a escribir e investigar sobre crímenes. Tienen tres hijos pequeños y una satisfactoria vida familiar. La novela transcurre en una ciudad de la costa oeste de Suecia, en pleno invierno, con mucha nieve y frío y poca luz.
Los asesinatos siguen siendo de rasgos muy patológicos cometidos de manera sádica, por lo que la policía tiene serias dificultades para encontrar móviles y pistas que ayuden a resolver los casos. Habitualmente, la investigación se estanca en un punto muerto y casi por casualidad, después de un trabajo arduo, se encuentra un detalle que desatasca el caso. De manera general, los asesinos son personas muy complejas que están marcadas por traumas situados en su infancia. Este modelo se repite en las novelas de esta saga, y El domador de leones no es una excepción.
Todo gira alrededor de una escuela de equitación, donde ha desaparecido una chica, que es encontrada poco después muerta y terriblemente mutilada. La investigación policial empieza su camino y, al principio, se relaciona con otras desapariciones de chicas, aunque la policía está muy desconcertada. Una vez más será Erika, la mujer de Hedström, quien encuentre el nexo entre esas desapariciones.
El ritmo inicial es un poco lento, pero la novela toma velocidad poco a poco con una intriga que engancha a los lectores en el seguimiento, paso a paso, del camino emprendido por los investigadores. La novela se desarrolla en medio de un paisaje nórdico y hay que resaltar que los personajes de esta serie son menos estereotipados que los que aparecen en otros autores nórdicos, aunque comparten con ellos la ausencia de valores trascendentes.