Poeta de una sólida trayectoria, Vicente Valero (Ibiza, 1963) sorprendió el año pasado con una original y excelente novela, Los extraños, dedicada a rastrear en las historias perdidas de familiares lejanos del autor. El arte de la fuga es su primer libro de relatos.
Este volumen contiene tres relatos dedicados a tres poetas de diferentes épocas y características. El primero tiene como protagonista a san Juan de la Cruz en los últimos momentos de su vida, cuando llega muy enfermo a Úbeda desde su retiro de La Peñuela y allí es acogido en un convento donde la mayoría reconocen su magisterio espiritual y poético, aunque también se encuentra con algún fraile –el padre Crisóstomo, prior del convento– que duda de su santidad. El autor recrea sus últimos momentos, destacando el carácter paciente y alegre del poeta abulense, y también su fama de santidad, coloreada con algunos rasgos de leyenda.
El segundo relato lo protagoniza el poeta Friedrich Hölderling, también en un momento crítico de su vida, cuando regresa a Stuttgart después de abandonar precipitadamente Burdeos. Hölderlin, el cantor de Nürtingen, el autor de la mítica e inacabada Hyperion, recorrió más de mil kilómetros a pie como respuesta a una llamada que sintió para volver a ver a su amada Susette, mujer casada con la que Hölderlin vivió una apasionada historia de amor. Cuando llega a la casa de Christian Landauer, comerciante de tejidos y amigo de Hölderlin, el poeta se encuentra perdido y fuera de sí Aunque luego consigue recuperarse y explicar tímidamente la causa de su brusco regreso, sus amigos comprueban que Hölderlin se encuentra en la frontera de la locura, que marcará su vida desde ese momento.
“No sé quién soy ni qué alma tengo”, el tercer relato, cuenta un episodio de la vida del poeta portugués Fernando Pessoa. Una noche, después de estar en varias tertulias literarias con sus amigos de la revista Orpheu, tras salir de su monótono trabajo como redactor y traductor de cartas comerciales, Pessoa regresó a la habitación que tenía en casa de su tía Anica. Y, por la noche, escribió sin parar unos poemas como si no fueran suyos –poco tenían que ver con lo que había escrito hasta ese momento– y que Pessoa “atribuyó”; a uno de sus heterónimos, el primero de ellos, Alberto Caeiro, el poeta de la naturaleza. Pessoa abrió así la puerta a sucesivos heterónimos con los que daría forma y significado a su caleidoscópica literatura.
Valero demuestra conocer muy bien la vida y la literatura de estos tres poetas y con un estilo sencillo y poético convierte en literatura unos instantes que condensan la vida y la poesía de san Juan de la Cruz, Hölderlin y Pessoa.