Autor de varias novelas de éxito, como Año bisiesto, Un fin de semana, Andorra y La ciudad de tu destino final, Peter Cameron (Nueva Jersey, 1959), ha sido profesor en diferentes universidades norteamericanas y también ha trabajado en el mundo editorial. Algún día este dolor te será útil se publicó en 2007, ha recibido calurosas críticas y ya ha sido adaptada al cine por el director Roberto Faenza.
La novela recuerda por momentos El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger. Su protagonista y narrador es James Sveck, también un joven que va por libre, inteligente, agudo y muy mordaz. La mirada de James sirve al autor para describir parte de la vida de Nueva York y para atrapar el humus de un tipo de familia norteamericana actual.
James vive con su madre y su hermana Gillian, estudiante universitaria que mantiene un romance con uno de sus profesores, casado, pero tan independiente que el matrimonio acepta este tipo de aventuras. Su madre acaba de regresar inesperadamente de su fracasada luna de miel en Las Vegas con su tercer marido, quien se ha revelado como un ludópata (pero no con su dinero sino con la tarjeta de crédito de su ya exmujer). La madre, más que nada para entretenerse, tiene una galería de arte que dirige John, un artista negro que es gay.
James es una persona solitaria, lector voraz, a quien no le gusta estar con la gente. Tras finalizar el Bachillerato, sus padres le han matriculado en la Universidad de Brown, pero él no quiere ir. Detesta relacionarse con la gente de su edad, que es la que precisamente va a la universidad. No tiene amigos y su vida se reduce a trabajar en la galería de arte de su madre, aunque no hay nada que hacer; a leer a sus autores favoritos (sobre todo, Trollope), y a visitar de vez en cuando a su abuela Ninette, la única persona con la que James comparte algún tipo de intimidad.
También visita dos veces por semana a la doctora Adler, una psiquiatra a la que han acudido sus padres preocupados por el carácter antisocial de su hijo. Ningún personaje acepta los valores religiosos. Al contrario, James, como sus padres, considera la religión la causa de muchos de los males que aquejan a la sociedad actual y hasta su abuela tiene prohibido cualquier tipo de ritual religioso tras su muerte.
James sabe que, a su manera, es un inadaptado y un bicho raro. Su actitud es de frontal rechazo contra los valores que le quieren imponer, sean del tipo que sean. No acepta que se preocupen por él y, ni mucho menos, que intenten solucionarle la vida. Sus padres piensan que por sus reacciones y ausencia de amistades femeninas puede ser gay, pero James rechaza sus simples planteamientos, aunque en un momento de la novela confiesa: “Yo sabía que era gay, pero nunca había hecho nada propio de un gay y no sabía si alguna vez lo haría”. Resulta, sin embargo, extraño, teniendo en cuenta lo que piensa de los demás y de sí mismo, que acepte visitar periódicamente a la psiquiatra, recurso narrativo que le viene bien al autor para conocer mejor sus interioridades –lo poco que muestra– y algunos sucesos del pasado de su confuso protagonista.
Cameron se limita a describir, sin cargar las tintas y esquivando –no del todo– la moraleja. Pero desde un punto de vista literario y también sociológico, la radiografía que hace de parte de la sociedad norteamericana y de Nueva York resulta eficaz y real. Atrapado en una inteligencia cáustica, James, solitario contumaz, quiere mantenerse al margen de una sociedad que devora la individualidad y que acaba moldeando a sus miembros a su antojo. Las vidas fracasadas de sus padres suponen también otra muestra más, ridícula, de un mundo lleno de falsedades y espejos en el que resulta complicado encontrar la autenticidad y la felicidad.