Irrumpe con fuerza Gabriel Insausti (San Sebastián, 1969) entre los escritores españoles contemporáneos que emplean los diarios como el género apropiado para reflexionar sobre su vida y su intimidad, y también sobre la realidad que les rodea. Aplica una mirada distante, irónica y crítica, pues no es una persona satisfecha y complaciente con el devenir de la cultura y de la sociedad actuales. En este sentido, Insausti se aproxima bastante en sus intenciones literarias y estéticas a los diarios de Andrés Trapiello, José Luis García Martín y Enrique García-Máiquez, autores asiduos de este género, cada uno con sus peculiaridades, pero los tres con una radical relación con la literatura y la escritura.
En el prólogo, insiste Insausti –poeta, profesor, crítico y traductor– en su condición de raro entre sus amigos y familiares por llevar una vida entregada a la literatura y las humanidades. Este sentirse desplazado, una rara avis, está presente en muchas entradas, sobre todo en aquellas en las que Insausti acude a reuniones familiares o charla con sus amigos sobre temas variados. Su rareza se traduce en estos diarios en una particular interpretación de las cosas que le rodean: no grandes hechos o aventuras, literarias o no, sino las propias de una vida muy normal como padre, profesor y escritor.
Pero Insausti aporta en estos diarios otro modo de mirar las cosas que le han pasado, un punto de vista íntimo y singular que transforma lo vivido en un suceso, para él, especial. Esto le permite reflexionar extensamente –a veces demasiado– sobre un comentario escuchado de pasada en la calle, un suceso intrascendente que contempla desde el balcón de su casa, una conversación en una cafetería, los versos de un poeta que está traduciendo, una anécdota en una de sus clases, la enfermedad de uno de sus hijos, etc. Muchas veces estos sucesos, escritos con una sobresaliente calidad literaria, le provocan una catarata de recuerdos asociados a su infancia y adolescencia o a sus años de estudiante universitario.
Otro grupo importante de entradas se refieren a su vida profesional. Habla, poco, de sus clases; bastante, de sus traducciones y lecturas, de sus viajes para participar en congresos y como jurado de diferentes premios; del mundo literario que le rodea, siempre juzgado de manera crítica, mostrando su rechazo a algunas actitudes revanchistas o rastreras. Resulta muy atrayente también su coherencia ideológica y su independencia cultural, que le lleva a no plegarse cómodamente a la dictadura de lo políticamente correcto en lo que se refiere a temas tan espinosos como la familia, el aborto y el catolicismo, sobre los que Insausti presenta opiniones valientes y ponderadas.
Y no podían faltar en unos diarios tan domésticos las referencias a la ciudad en la que vive, Pamplona, así como al ambiente político en Navarra y el País Vasco, con la presencia de ETA y aquellos que la apoyan. A esto el autor dedica no pocas entradas en las que desenmascara comportamientos sectarios y reprueba cierta hipocresía social.
Los diarios son el género de la modernidad. De manera leve y fragmentaria, conocemos las opiniones del autor sobre asuntos de distintos grados de relevancia. Abundan los momentos poéticos, las descripciones literarias y la reflexiones librescas. Todo, hasta lo más intrascendente, contribuye a mostrar, como en un caleidoscopio, diferentes aspectos de la intimidad de un escritor transformado en protagonista de su propia vida y del mundo.