Años 30 del pasado siglo. Silverstream es una pequeña localidad rural cercana a Londres, un pueblecito inglés, tranquilo y apacible, chismoso y cortés, que vive muy pendiente de sus propios asuntos. De repente un suceso va a remover para siempre la placidez de sus gentes: la señorita Buncle («una cuarentona flacucha y sin estilo») escribe una novela inspirada en sus vecinos, donde todos pueden reconocerse sin dificultad. Su mirada es inocente, ligera y simple, pero solo en apariencia.
El libro actúa a modo de espejo y todos pueden saber cómo les ven los demás. Esto inspirará conductas audaces, resolverá situaciones románticas, o reconducirá vidas familiares anodinas. Provocará a la vez esperanzas e indignaciones. Ya nada será como antes por efecto de una literatura chispeante y sincera, despertador colectivo que sacude muchas vidas monótonas y aburridas. Una imitación de la realidad que ayuda a mejorarla poniendo en cuestión la opinión que cada uno tiene sobre sí mismo.
El libro de Stevenson narra lo que ocurre en Silverstream (donde vive Buncle); John Smith (seudónimo de Buncle) escribe sobre Copperfield (inspirado en Silverstream), donde también hay un personaje copiado de la propia Buncle. No teman, es más complicado explicarlo que leerlo, pues casi siempre se está en el nivel narrativo de Silverstream/Buncle. Los personajes son deliciosos y sus peripecias, bastante corrientes, divertidas y llenas de humanidad. El único misterio es si se sabrá finalmente quién es John Smith y si habrá o no boda(s). Hay algo (poco) de sátira social, en todo caso en un tono austeniano, elegante y pulcro, y bastante de defensa de la verdad y de valores positivos, especialmente la capacidad del ser humano de gobernar su conducta libremente. Muestra sin moralinas a qué conducen la pereza, la vanidad y la pasividad, en contraste con lo que pueden darnos la amistad, el amor, la valentía y la capacidad de corregirnos.
La escocesa Dorothy Emile Stevenson (1892-1973), inédita en España hasta ahora, publicó con éxito esta novela en 1934. El planteamiento es original, el desarrollo atractivo e interesante (decía la autora: «escribo sobre personas que nos gustaría conocer»), el estilo apropiado y culto; solo cabía temer que un libro tan redondo se estropeara con un mal final, pero ocurre que también se cierra estupendamente. Un acierto esta recuperación de Alba.