Paul Johson, en su obra Intelectuales, sostiene que el intelectual, como fenómeno moderno, vino a ocupar el espacio dejado por el clero. Voltaire, que –según un agudo Minc– fue el primer intelectual digno de tal nombre, seguramente hubiera estado de acuerdo.
Alain Minc se refiere, casi en exclusiva, a los intelectuales franceses. Más que una clase, los intelectuales conforman un género con distintas especies y, aunque hay algunos con convicciones serias, la mayoría de los que aparecen en este libro –y son muchos– dan bandazos ideológicos, debidos bien a ciertos errores comprensibles, bien a miserias más vergonzosas. La virtud de Minc es haber sabido encontrar un hilo conductor que lleva, con cierta comodidad, de Voltaire a Bourdieu o Bernar…
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