En los años sesenta, Walter Mischel realizó una experiencia controlada con la que quería demostrar la importancia de educar en el “saber esperar” a los niños. Una maestra simuló tener que ausentarse de clase tras haber dado un caramelo a cada uno de sus alumnos. Al salir les prometió que los que lo conservaran hasta su regreso recibirían un segundo caramelo. El Dr. Mischel observó catorce años después que los niños que habían sido capaces de aguantar sin comerse el caramelo mostraban una mayor madurez, eran más emprendedores y afrontaban con mayor serenidad las frustraciones de la vida.
Este es tan sólo uno de los múltiples ejemplos con los que Pilar Guembe y Carlos Goñi aderezan los distintos ámbitos de la educación que se abarcan en una etapa tan importante como la que va desde los 0 a los 12 años. Aprender a ser independiente, capaz, ser uno mismo y alcanzar la felicidad son los fines que buscan para sus hijos unos padres comprometidos con su educación. “Amar con la cabeza no significa querer menos”, a pesar de que en ocasiones a los pequeños –y no tan pequeños- pueda parecerles lo contrario. “Los hijos nos necesitan para llegar a no necesitarnos”.
Los autores recogen en esa guía educativa sus más de 20 años de experiencia dedicados a la enseñanza. Ambos recuerdan que la educación de los hijos es la mayor empresa que se puede emprender y advierten de que aunque esta claro que se debe luchar para que la sociedad, el Estado o las instituciones ayuden a desempeñar esta labor, los padres no deben olvidar nunca que la responsabilidad es suya.