Caligrafía de los sueños

Lumen. Barcelona (2011). 426 págs. 22,90 €.

GÉNERO

Caligrafía de los sueños es la primera novela que publica Juan Marsé (Barcelona, 1933) tras obtener en 2008 el Premio Cervantes. En ella, como casi en todas las anteriores, vuelve al territorio de su infancia, la Barcelona de la posguerra, dando forma a una singular y atractiva, nada nostálgica, épica de los perdedores que se ha convertido, quizás, en la principal seña de identidad de su literatura (ver Aceprensa, 17-12-2003). En las novelas donde Marsé ha intentado cambiar este escenario geográfico y vital, como Canciones de amor en Lolita’s Club, el resultado ha sido decepcionante.

Como ha confesado el autor en la presentación, se trata de “mi novela más autobiográfica”. Uno de los protagonistas, Ringo, tiene muchos rasgos del propio Marsé, quien recrea sucesos verídicos de su infancia y adolescencia.

El detonante de la novela es la frustrada y ridícula historia de amor que vive una de las vecinas de Ringo, Vicky, mujer que se dedica a dar masajes en su casa y que en su tarjeta de visita se define como sanadora, quinesióloga y experta en dolencias lumbares. Mujer un tanto alocada y esperpéntica, de dudosa moral, tiene a su marido, ex alcalde de barrio y falangista, ingresado en un hospital psiquiátrico. También tiene una hija, Violeta, dos años mayor que el quinceañero Ringo, con el que tiene una distante y extraña relación. La amorosa Vicky está viviendo una apasionada historia de amor con uno de sus clientes, un ex futbolista, Abel Alonso. Pero un día, por causas desconocidas (que se aclaran en parte en un epílogo ambientado diez años después de los hechos), Vicky sufre un ataque de nervios y está a punto de suicidarse, a la vez que Abel desaparece de golpe de su vida y de la de su hija Violeta.

Ringo asiste como testigo privilegiado a esta oscura historia, que sirve a Marsé de hilo conductor de la novela y de excusa para volver a hablar de ese mundo desarraigado y popular que tan bien conoce. Por sus páginas desfilan los amigos de Ringo, primero obsesionados con las aventuras exóticas y las películas del oeste, y pocos años después entregados obsesivamente al sexo. Como telón de fondo -en ocasiones un tanto tópico-, la vida diaria de finales de los años 40 en un barrio popular de Barcelona, los bailes y cines, las diversiones populares, el papel social y antropológico de la bodega Rosales como centro y altavoz de ese reducido mundo, el franquismo más lumpen y gris, los habituales, fáciles y obvios dardos anticlericales que no faltan en las novelas de Marsé…

Ringo deja de estudiar para ponerse a trabajar, primero como aprendiz y recadero de un taller de joyería, trabajo que tiene que abandonar por un accidente laboral. Mientras se recupera, y a la vez que sus padres trabajan fuera de casa, pasa las horas en una de las mesas de la bodega Rosales, desde donde observa la vida de su barrio, la evolución del drama amoroso de Vicky y donde alimenta también “una nostalgia de futuro y una creciente hostilidad hacia el entorno” que sus numerosas y caóticas lecturas acrecienta. Ringo, soñador solitario y fantasioso, se distancia de sus amigos y del determinismo social inherente al destino de muchos de ellos. En su caso, su proceso de formación es distinto, pues Ringo le saca partido estético a su sentimiento de desarraigo y soledad. Poco a poco abandona su ilusión de ser músico por la de escritor, lo que le permite “reinventarse a sí mismo y repeler el entorno hostil” en el que crece.

A diferencia de otras novelas de Marsé, la acción es más difusa y poco consistente. Abundan las digresiones, en ocasiones demasiado literarias, en las que Marsé aparca por momentos su peculiar y atrayente realismo pegado a la vida, como si el propio autor se sintiese saturado de un mundo dependiente en exceso de la memoria personal. Y aunque no falta en Caligrafía de los sueños ninguno de sus famosos ingredientes, incluidos con maestría y mucha experiencia, hay también una narcisista delectación estilística en la enésima recreación de un escenario, unos personajes siempre perdedores y unos temas que bordean el estereotipo.

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