Margalit, profesor de Filosofía en la Universidad Hebrea de Jerusalén, parte del concepto de justicia de Rawls para ampliarlo con el concepto de sociedad decente, entendida como aquella cuyas instituciones no humillan a los ciudadanos ni éstos se humillan mutuamente.
En primer lugar Margalit aborda las razones por las cuales alguien se siente humillado: dichas razones las elige entre las que aportan el anarquismo y el estoicismo. El primero considera que la mera existencia de instituciones gubernamentales ya es humillante y el estoicismo mantiene la postura opuesta. A continuación, en la misma línea de conceptos de filosofía política y moral, el autor describe qué es lo que justifica el respeto hacia los seres humanos. Es la capacidad de vivir una vida moral. Después trata la decencia como concepto social, antes de llegar a la última parte, donde examina distintas instituciones humanas desde el punto de vista de la decencia o no humillación.
Avishai Margalit parece no tomar postura frente a las distintas argumentaciones que ofrece, pues elige un modo imparcial o neutral de exponer. Pero, precisamente en su modo taxativo de aceptar ciertos argumentos y rechazar otros, se percibe que le resulta imposible la imparcialidad. La sociedad decente plantea una utopía social y examina los modos de humillar o de sentirse humillado, tanto en las instituciones militares como gubernamentales, tanto en la sociedad del bienestar o en grupos inclusivos.
Margalit no se centra únicamente en un período histórico o en un tipo de gobierno, aunque parece referirse a los dos últimos siglos y a las sociedades occidentales o europeas. Elige ciertos conceptos que tienen valoraciones distintas en según qué sociedades o en qué culturas impregnadas por determinadas religiones. Pero no concreta siempre a qué se refiere: pasa de la argumentación más abstracta a argumentos muy concretos en los que no acaba de aclarar de qué grupo o país habla. Aunque explica minuciosamente ciertas líneas argumentativas, en otros momentos da la razón o la quita conforme a sus propias prioridades.
Margalit sigue una línea de argumentación más cercana a Kant y a Rawls que a la ética basada en la ley natural, que no menciona. En cierto momento parece interpretar el capitalismo desde la postura marxista y en otros usa argumentos cristianos, o ejemplos que incluyen acciones de sociedades cristianas, pero sin entenderlos, o utilizando la interpretación de Nietzsche. Margalit señala que ha tenido en mente al lector israelí y ha escrito el libro inicialmente en hebreo. También ha pensado en otros pueblos que han sufrido humillaciones, como los procedentes del extinto bloque comunista.
Leer La sociedad decente aporta un punto de vista distinto del que suelen tener los libros más occidentales. Resulta interesante cómo considera en el capítulo de las instituciones humanas el esnobismo, la privacidad, la burocracia, el desempleo, el castigo y la sociedad del bienestar como instituciones que pueden humillar. El hecho de elevar la humillación en todas sus posibles formas actuales al rango de categoría política resulta digno, cuando menos, de atención, por sugerir a nuestros conceptos culturales e institucionales una nueva perspectiva. Aunque ésta parezca utópica.