El concepto de Unión Europea no es de nuestros días. Las tentativas de unificar Europa han sido frecuentes. Con esfuerzos perdidos y discordias manifiestas, con inclinaciones al escepticismo, pero siempre con un dilema para el porvenir: o una Europa unida o una Europa dividida y condenada a ser campo de batalla. Si exceptuamos la idea de unión basada en la hegemonía de una potencia, ha habido tres intentos pacíficos de lograr la unidad: el de la Unión Europea de Briand de 1929, el de la Unión Europea Federalista de Coudenhove-Kalergi de 1946 y el Movimiento de Europa Unida de Churchill de 1947. Los tres fracasaron pero contribuyeron a forjar lo que hoy es una realidad: la Unión Europea construida a partir de los Tratados de Roma de 1957.
Uno de los proyectos sin fructificar fue el Movimiento Pan-Europa promovido por Richard N. Coudenhove-Kalergi, defensor de las asociaciones pacíficas de Estados, quien lo plasmó en 1923 en un libro que tituló, precisamente, Pan-Europa. Fue un movimiento político pacífico y democrático que preconizaba la unidad política y económica de todos los Estados europeos desde Polonia a Portugal (los Estados Unidos de Europa), a fin de acabar con la decadencia continental arrastrada desde el final de la I Guerra Mundial. Se trata de una reedición que la editorial Encuentro enmarca en la colección “Raíces de Europa”, que viene publicando para divulgar el pensamiento de los artífices y defensores de la construcción europea.
El libro, prologado por el archiduque Otto de Habsburgo, presidente de la Unión Paneuropea, se inicia con un prefacio en el que Coudenhove expone su propósito de “despertar un gran movimiento político que dormita aún en todos los pueblos de Europa”: la unidad europea, y convoca para este fin a la juventud del continente. El libro se cierra con un esbozo biográfico de Coudenhove a cargo de Lubor Jílek, miembro de la Fundación de Archivos Europeos.
Es una obra de categoría perenne en la que el autor repasa algunos de los acontecimientos más relevantes de la historia de Europa y sus consecuencias en los órdenes político y económico, realiza un diagnóstico bastante sombrío de su “tiempo europeo” y propone un camino hacia la soñada unidad. Resultan especialmente interesantes los capítulos dedicados a las fronteras de Europa y a las relaciones de la Unión Paneuropea con América y con Rusia. Y sorprende comprobar cómo algunas de las afirmaciones e hipótesis formuladas por Coudenhove se han cumplido: la alianza franco-alemana como presupuesto necesario para una Europa unida; la unidad económica como paso previo a la unión política; la consideración de Europa no solo como un mero concepto geográfico, sino también político (cuna de la democracia) y cultural (enraizada en el cristianismo), o incluso, la conversión de China en una potencia económica mundial.
En cambio, el autor yerra al vaticinar que una nueva guerra daría a Europa el golpe de gracia. Cierto es que la II Guerra Mundial dejó al Viejo Continente postrado y desolado; sin embargo, poco más de una década después la idea de una Europa unida y en convivencia pacífica y democrática dejó de ser una utopía.