El “creo pero no practico” se ha extendido junto con una profunda ignorancia de la religión, hasta el punto de que incluso personas que se confiesan creyentes no saben dar razón de su fe o reducen el mensaje de Cristo a un catálogo de preceptos. Con este libro, Jesús Ortiz pretende no sólo responder a la falta de coherencia en la conducta de muchos cristianos, sino también ofrecer pautas razonables que hagan accesible la práctica religiosa.
El tono divulgativo del libro, su organización e incluso el recurso a la anécdota, la parábola y el mensaje facilitan que consiga su objetivo. Después de explicar que Dios ama a los hombres e interviene en su vida -y que es labor de cada uno descubrir lo que busca del hombre-, y de radicar la fe en la razón y en la voluntad -es razonable creer en Dios, sí, pero la fe es para vivirla-, Ortiz ofrece tres guías sencillas: una sobre la fe, otra sobre la práctica de los sacramentos y, por último, la tercera sobre la vida moral. Tres guías que, en realidad, son una sola porque, como indica el autor, la unidad es una de las señas de identidad de la religión cristiana.
En comparación con muchos libros de apologética, la novedad de Creo pero no practico está en la perspectiva que adopta: consciente de que muchas veces el agnosticismo de nuestras sociedades es un asunto práctico -se cree, pero no se vive la fe-, Ortiz considera oportuno recordar que la práctica religiosa es lo que revitaliza la creencia en las horas de mayor dificultad o cuando la fe está dormida. Su mérito consiste en haber desmontado dos tópicos: por un lado, el que afirma que es posible una fe sin obras y, por otro, el que se basa en las obras, pero prescinde de lo sobrenatural.