En El Tercer Reich se cuentan las extrañas vacaciones que pasan en un pueblo de la Costa Brava una pareja de alemanes, Udo Berger y su novia Ingeborg. Udo regresa diez años después al mismo hotel donde veraneó varios años con sus padres. Ahora trabaja en una oficina y se ha convertido en un profesional de los juegos de guerra (wargames) de prestigio internacional. Durante las vacaciones, Udo tiene que perfilar uno de los juegos sobre el que está trabajando y redactar un artículo para una revista.
Pero las cosas se complican cuando conocen a otra pareja de alemanes, Charly y Anna, y Charly, en una de sus habituales y violentas borracheras nocturnas, desaparece en el mar. Unos días después, sin que todavía haya aparecido el cadáver, Anna tiene que regresar a Alemania y más tarde Ingeborg. Udo decide alargar en solitario sus vacaciones en un hotel semivacío, con la excusa de esperar a que encuentren el cadáver de Charly. Udo tiene amistad con algunos jóvenes españoles de la zona y, sobre todo, con El Quemado, el encargado de alquilar los patines de la playa.
Udo decide explicar a El Quemado las reglas de su juego y todas las noches mantienen en su habitación del hotel una guerra que reproduce los sucesos de la Segunda Guerra Mundial. El desarrollo de este juego marca la vida de estos personajes, de la novela y hasta del carácter de su protagonista, que ha decidido olvidarse de su vida en Alemania.
Sin embargo, aunque parece que van a pasar muchas cosas, la novela avanza de manera lenta y parsimoniosa con pocos sucesos que alimenten la sombra de la intriga. Está bien escrita, pero tiene poca sustancia novelesca y el símbolo de los juegos de guerra no tiene la suficiente fuerza para que la desazón que vive el protagonista, muchas veces inverosímil, contagie al lector. El Tercer Reich es una novela a ratos insípida, desconcertante, desasosegante y sombría.