Fiel a su cita anual, Andrés Trapiello publica el volumen dieciséis de sus diarios, a los que ha dado el título genérico de Salón de Pasos Perdidos, reseñados muchos de ellos en Aceprensa. Se trata de una aventura literaria insólita en el panorama literario español que confirma, a la vez, el cambio de tendencia en lo que a la literatura memorialística se refiere. Si hace décadas se publicaban en España relativamente pocos libros de memorias, diarios, etc., ahora es un género frecuentado con asiduidad por los escritores y que encuentra su público fiel.
Trapiello cuenta ya con un buen número de lectores que se han enganchado a sus diarios. Y, desde la publicación del primer tomo en 1990, El gato encerrado, los ingredientes son siempre los mismos. Escribe sobre su vida doméstica (una interesante novela familiar), viajes, aforismos, reflexiones literarias, encuentros inesperados, entrevistas, comentarios sobre algunos sucesos de actualidad, sus visitas al Rastro madrileño, sus manías (ya reconocibles), sus polémicas obsesiones (el arte moderno, algunos escritores) y su a veces ácida y combativa visión del mundo literario. Todo cabe en estas páginas: pensamientos poéticos, inteligentes digresiones literarias, descripciones muy logradas, magníficos retratos, etc.
También hay momentos con los que uno disiente abiertamente del autor, bien por sus contundentes y a veces injustas opiniones sobre algunos escritores, bien por sus sarcásticas críticas al catolicismo, por ejemplo. Sobre algunas cuestiones y personajes, sus comentarios no son precisamente convencionales.
La aparición de este nuevo volumen coincide con la publicación de Vidario. A propósito del “Salón de Pasos Perdidos” de Andrés Trapiello (Pre-Textos), libro que reúne reseñas y comentarios sobre estos diarios escritos por un puñado de escritores, lectores asiduos de Trapiello y amigos suyos. La mayoría coinciden en que estos libros ocupan ya un lugar privilegiado en la historia de la literatura última española. Para José Jiménez Lozano, “lo importante es que estos diarios son un fresco no sólo de nuestra realidad en la sociedad literaria, sino también, a través de relucientes reflejos, de la sociedad en general”. Carlos Pujol se refiere al contenido de estos diarios, muy parecido en todas las entregas, pero distinto siempre: “¿No pasa nada? -escribe-. Podría decirse que nunca pasa nada y que al mismo tiempo no dejan de suceder episodios en los que uno se ve obligado a jugar con fuego”.
Juan Manuel Bonet se refiere a Trapiello como el gran cronista del Rastro madrileño. Y el escritor Enrique García Máiquez realiza la siguiente reflexión “Para regocijo de sus seguidores, para reconcomio de sus detractores, difícilmente dejará Trapiello de llevar el diario. Éste responde, en última instancia, a un instinto de supervivencia y protege otras zonas de su obra. El diario convoca ese silencio que el hombre contemporáneo ha de defender a toda costa y más si quiere ser, si es poeta. Uno de los mayores placeres que produce su lectura es asistir al surgimiento casi físico de un espacio propio, gracias a un mirada y a una expresión personales”.
En estos textos se destaca la calidad de su prosa, su visión poética de la realidad, la habilidad de crear un personaje tan conseguido -el propio autor: “tierno, arisco, insolente, belicoso, tímido, delicado”-, la agradable presencia de tantos amigos… También su predilección por los perdedores, los escritores marginados por la cultura oficial, la vida en el campo… En definitiva, la vida misma, cotidiana, sin grandes sobresaltos, con la que resulta fácil identificarse, aunque no se compartan algunas de sus opiniones.
Esto provoca, durante la lectura, un provechoso diálogo entre el autor y el lector. Hay quien se empeña en airear las controversias que provocan, a veces, estos diarios: sería un error quedarse sólo con esto (aunque algunos de sus lectores es lo que buscan). Sin embargo, lo más importante es la calidad literaria: su llamativa capacidad para abordar, literariamente, todo tipo de situaciones, en muchas ocasiones con un puntilloso y ocurrente sentido del humor.