Este libro, que recoge la experiencia del autor como corresponsal del diario La Vanguardia en Pekín durante los últimos seis años, establece desde el principio un paralelismo entre la situación en este país y la crisis mundial, que analiza desde una perspectiva que va mucho más allá de lo económico. China se presenta como la gran amenaza, porque lidera las conductas de riesgo para la humanidad, pero también como la gran esperanza, como líder de la globalización, que puede contribuir a “una unificación e integración sostenible del planeta”. De ahí que no quede más remedio que, para bien o para mal, poner los ojos en China.
Su visión no es la del turista, ni siquiera la del periodista apremiado por la noticia de actualidad, es la del que está a pie de obra y ha aprendido a mirar. De ahí que no caiga en el enfoque habitual en algunos de los libros sobre China traducidos recientemente – el de Guy Sorman, El año del Gallo o el de Ian Buruma, Elementos perniciosos– de centrarse en un aspecto particular, como el control social y el sufrimiento de la disidencia china. Poch-de-Feliu adopta un zoom más amplio, que permite contemplar el “milagro” chino con más perspectiva.
Aunque el método escogido le priva de un hilo narrativo, el libro se sostiene sobre la idea de fondo antes citada. Una idea, la simetría entre China y el mundo, que en ocasiones le lleva a forzar el paralelismo, pero que se revela como su mayor acierto, al permitirle para ir al fondo en una variada selección de temas como las políticas demográficas, la corrupción, las políticas de medioambiente (que se denuncian reiteradamente como uno de los déficits principales), el control político y la censura. Quizás la conclusión es que se engaña quien piense que el protagonismo, y el consiguiente liderazgo que China está llamada a ejercer en el proceso de la globalización, es sólo económico, pero no hay duda que en el camino aún quedan muchos asuntos por resolver. Asuntos crudos, contradictorios, complejos, como la realidad china, que dejan al lector lleno de dudas e inquietudes. China no es para menos.