Roberto Calasso, presidente y director literario de Adelphi, editorial italiana de prestigio internacional y autor de varios ensayos y obras literarias, despliega en El rosa Tiepolo un amplio conocimiento e investigación sobre el siglo XVIII. Libro interesante, aunque para conocedores de la materia; las extensas exploraciones pueden convertirse en un laberinto. Presentando la obra del pintor bajo una inquisitiva mirada, descubre nuevas influencias y relaciones entre diferentes artistas y culturas.
“Pintar el mundo como si fuera un teatro”, juego, ilusión o tal vez apariencia e, ilustrar la gloria de aquéllos para quienes trabajaba (los Pisani, el príncipe- arzobispo de Würzburg, el rey de España) fueron temas de sus obras. Calasso dedica buena parte de su estudio a los diez Caprichos y veintitrés Scherzi; un conjunto de grabados cuya datación se sitúa en torno a 1760, conocidos sólo por unos pocos “ilustrados” en vida del artista.
Según el autor, Tiepolo experimenta en los Caprichos con los elementos que aparecen después en los Scherzi, seres esotéricos, personajes bíblicos y de fábula que realizan gestos rituales y desconcertantes, deambulando libremente en estas piezas a diferencia de sus pinturas. La colocación de las figuras sobre una elevación del terreno y la repetición de elementos verticales como astas, troncos torcidos o pértigas sirven para delimitar y articular el espacio. Coinciden cronológicamente con la época en que en Venecia había disputas sobre hechicería y magia. Señala cómo la influencia oriental en los Scherzi aparece en las figura del Mago, ya presente en obras de Giorgione o Veronese, reflexionando sobre “el acto de mirar” de los orientales, meros observadores. El autor estudia también la presencia y significado de imágenes de filósofos y serpientes.
Además de mostrar el tema de Antonio y Cleopatra como “enfrentamiento de dos potencias adversas”, Calasso analiza otros lienzos y frescos. Especialmente el encargo de la Residencia Würzburg en el que Tiepolo consigue convertir los techos en cielos “aéreos y embriagadores”, logrando una extraordinaria ligereza y “antigravedad” en sus figuras. Descubrimos el juego del artista en los Cuatro Continentes situados en posiciones imposibles, encontramos personajes y figuras curiosas entremezcladas como “intrusos” en la escena. Para captar el sentido de una imagen, Calasso señala cómo es necesario remontarse a las que aparecen en segundo y tercer plano. Asia, África y América aparecen representadas como bellas mujeres que cabalgan sobre animales.
Quedan pocos testimonios de la presencia de Tiepolo en Madrid, se conoce su trabajo en los frescos del Palacio Real, así como lienzos de pequeño formato realizados en España. El autor nos describe la rivalidad entre Mengs y el artista en la corte como pintor de cámara del rey. El llamado estilo tardío del que habla Calasso, se aprecia en nueve inusualmente pequeños lienzos de caballete. Ocho de ellos de tema religioso, destacan por su sobriedad, en los que reflexiona sobre el sufrimiento en piezas como el Descendimiento de la cruz. La última escena del Reposo en la fuga a Egipto muestra los elementos básicos que estructuraron sus obras (una roca, un tronco torcido, el agua del río), con manchas plateadas y azules de cielo. Al final de su vida, el artista vuelve los ojos a lo esencial, en pintura y en la vida.