Convertido en escritor, pero también en pintor y, entre muchas otras cosas, sobre todo en controvertido polemista, Lewis diserta en su primera autobiografía sobre la Gran Guerra, en la que participó como artillero. El que fuera “el mejor prosista” de su generación, según el poeta T.S. Eliot, relata en un ordenado desorden narrativo los meses previos a la batalla, su presencia en la contienda y su retiro al término de la misma, sin ningún atisbo de drama o heroísmo. Registros cultos y coloquiales se suceden en fragmentos oscuros y lúcidos que muestran a Lewis en estado puro.
Se agradece, y mucho, la labor de traducción y edición de Yolanda Morató, que hace comprensible, con sus notas a pie de página, el universo personal del artista. Sin ellos, el lector naufragaría irremediablemente en un mar de juegos de palabras, alusiones, obras y autores, a los que este contradictorio autor critica agriamente en su mayoría.
Entre los muchos escritores que, para bien o para mal, desfilan por las páginas de este libro, tienen una presencia destacada sus amigos Ezra Pound, T.S. Eliot y James Joyce.
Cuando escribió Estallidos y bombardeos, una biografía que abarca desde el comienzo de la Primera Guerra Mundial a la huelga general de 1926 en el Reino Unido, Wyndham Lewis ya era uno de los artistas más destacados de la vanguardia inglesa. En 1918 había aparecido su primera novela, Tarr, título clave del modernismo anglosajón, y en 1914 había fundado la revista Blast, cuna del movimiento artístico conocido como vorticismo, que se ha querido describir como una mezcla entre futurismo y cubismo.
Con este libro, la editorial Impedimenta rescata para el público en lengua española la obra de un grande de la literatura anglosajona, equiparable en calidad, para algunos, a la pluma de James Joyce, Ezra Pound, T.S. Eliot y Virginia Woolf. Estallidos y bombardeos no fue la única autobiografía de Lewis. Su segunda y última tentativa de dar a conocer su intimidad, Grosera tarea, vio la luz en 1950.