Poco a poco, la obra literaria de Miguel Aranguren (1970) ha ido ganando lectores, especialmente a partir de su última novela, La sangre del pelícano, en la órbita del best seller de intriga esotérica, pero con unos valores e ingredientes que están en las antípodas de los que manipulan la historia de la Iglesia.
La hija del ministro supone un interesante cambio de registro, pues estamos ante una novela histórica que se ambienta en los años veinte y treinta del siglo pasado, años convulsos marcados por la decadencia de la monarquía de Alfonso XIII, la proclamación de la II República y la Guerra Civil. En este contexto, polémico y trágico, sitúa Miguel Aranguren a los protagonistas de una novela que engancha por su historia humana y social, por la verosimilitud del argumento y por la creación de personajes.
La novela arranca muchos años después de los hechos que se narran. Elvira Bossana, una anciana aristócrata, fallece en su casa de Las Arenas, en Bilbao. Viuda desde hacía ya tiempo, su vida esconde un secreto que nadie conoce con claridad, ni su hijo, ni sus vecinos, ni Nelsy, la criada ecuatoriana que se ha encargado de cuidarla en los últimos años. Pero tras su muerte, y mientras su hijo vende los muebles antiguos de la casa y se deshace de las pertenencias de la madre, Nelsy encuentra en unas cajas unos cuadernos escritos por Elvira en donde cuenta los hechos más importantes de su vida. La novela reproduce esos cuadernos.
Los padres de Elvira, los duques de Paraná, proceden de una familia aristocrática. El padre, hombre de prestigio, íntegro, de convicciones humanas y religiosas muy profundas -uno de los personajes más atrayentes de la novela-, es un político cercano a la corte de Alfonso XIII que reconoce los malos tiempos que atraviesa la política española. Tras la caída de Primo de Rivera, es nombrado ministro durante la dictablanda del general Berenguer. La llegada de la República acaba con su carrera política. Honrado padre de una familia muy numerosa, Pablo Bossana nunca se ha aprovechado de su condición política para medrar ni para conseguir favores del rey Alfonso XIII, con el que le une una sólida amistad.
La novela se extiende en las actividades de los hijos de don Pablo, que viven de manera apasionada la situación política española, con sucesivos enfrentamientos entre los partidarios de la Monarquía y de la República. Elvira asiste como testigo de esta encrespada situación. Y a la vez, se enamora de uno de los protegidos de don Pablo, Ventura Ortuño, un joven que pertenece a la burguesía vasca que reside en Madrid. Como Elvira es muy joven, se comprometen pero aplazan la boda hasta unos años después. Cuando llega el momento, la situación política se complica, estalla la Guerra Civil y los dos enamorados -y sus familias- ven cómo todos sus planes son destrozados por las circunstancias, además de sufrir directamente las consecuencias del odio que se ha instalado en la sociedad española. Lo que sucede en esos meses y años alterará y determinará profundamente sus vidas.
La novela tiene una factura quizás demasiado clásica, realista y costumbrista. Los hechos históricos se cuentan desde la perspectiva de la familia de don Pablo, partidarios de la Monarquía y de los valores que representa, también los católicos. La apasionada y trágica historia de amor que viven Elvira y Ventura, con tintes melodramáticos, resulta un tanto exagerada, aunque el contexto bélico en el que transcurren los hechos pueda explicar el insólito desarrollo de los acontecimientos. La fórmula narrativa elegida -los manuscritos encontrados por Nelsy- no añade nada a lo que se cuenta en la novela, que hubiese ganado en efectividad siendo más directa y con la utilización de un narrador omnisciente.
La hija del ministro es una buena novela histórica que refleja los cambios que se dieron en la España de los años veinte y treinta en la vida política y social de una España dividida y enfrentada, con una mirada crítica hacia la represión que se vivió también en el Madrid republicano.