La Primera Guerra Mundial dejó a casi dos millones de británicas sin aquellos coetáneos que pudieran haberse casado con ellas. Dos millones de mujeres en plena juventud, que habían sido educadas fundamentalmente para el matrimonio, tuvieron que enfrentarse a un tipo de vida totalmente nueva para la que no estaban preparadas. No sólo fue tener que ganarse la vida cuando muchas no habían recibido educación o formación, sino, también, vivir solas y dar un sentido a su vida superando, sobre todo, prejuicios y tópicos que rodeaban, y todavía hoy perduran, a las que se denomina peyorativamente como solteronas.
El libro de Nicholson es un texto escrito sobre diarios, cartas y otros documentos testimoniales de muchas de aquellas solteras, también sobre lo que decían los periódicos de la situación, algunas revistas o, incluso, expertos -terribles ya entonces- en analizar el fenómeno.
Una de las cosas que más chocan en el libro es la sospecha sistemática e inmisericorde sobre aquellas mujeres que no pudieron contraer matrimonio, la mayoría por una simple cuestión demográfica. Algunos pensaron en mandarlas a todas a Australia (literal), otros escribieron sesudos libros demostrando cómo las mujeres solteras eran una amenaza a los valores del imperio, de la civilización (también literal).
Frente a todo esto, en un ambiente además victoriano, pacato, triste y limitado, estas mujeres comenzaron a hacer cosas insólitas. Por ejemplo, salir a trabajar. Unos trabajos a menudo mal pagados, extenuantes, pero que les permitieron vivir. O buscar casas, en vez de vivir en pensiones o cuartuchos mal ventilados. O pedir el voto femenino y reivindicar derechos civiles para las mujeres. O luchar por los derechos de las trabajadoras. Promovieron además actividades culturales. O sea, la mayoría de ellas no se quedaron haciendo calceta, cuidando de un gato o leyendo novelas de amor entre suspiros. El común denominador de estas soleteras de antaño es el valor, el coraje.
El retrato de Nicholson es un texto estupendo, emocionante y que hace pensar en todos los tópicos que aún perviven y en cómo el destino o la Providencia se sirven de muchos desastres para ensanchar un camino por el que luego anduvimos otras, y otros, pero que iniciaron esas mujeres.
El libro es muy recomendable para superar visiones limitadas de la soltería, quizás una excelente contrapartida a Sexo en Nueva York que muestra a esas solteras sin nada que hacer y mirándose el ombligo. Pero también es un texto que debe regalarse al otro arco ideológico: los que mantienen la compasión sin misericordia o la sospecha y la crítica sobre la soltera, pobre si no pudo casarse, mala si no quiso. El libro quizás pueda abrirles horizontes, ver mundo.