Ahora que el microrrelato se ha hecho un hueco como género literario, con sus fieles e incansables seguidores, conviene trazar su “biografía”, iniciada a finales del siglo XIX en las páginas literarias de los periódicos. No obstante, sus primeros (e involuntarios) grandes maestros -Rubén Darío, Leopoldo Lugones…- provenían del mundo de la poesía, ya que estos “fogonazos” presentan ciertas similitudes con la prosa poética.
Fue precisamente uno de nuestros vates más brillantes y exquisitos, Juan Ramón Jiménez (1881-1958), quien se entregó con mayor entusiasmo a su cultivo en España. El autor de Españoles de tres mundos dejó aquí y allá ejemplos de su buen hacer en la distancia corta, como prueba este florilegio compuesto por 161 narraciones extraídas de dieciséis de sus libros.
Leer a Juan Ramón Jiménez es siempre un placer, una lección de belleza que la vista (y el oído) asimilan sin dificultad, y agradecen. Su prosa, bien alimentada y rebosante de color, no desfallece nunca, comprometida con ese ideal de desnudez y pureza que caracterizara su estilo. Cada adjetivo ocupa el lugar que le corresponde, no falta ni sobra nada. A lo largo de su evolución, que enmarca con moldura de oro el curso de la Literatura española del siglo XX, su obra se fue despojando de todo elemento superficial. “La vida no es larga sino intensa”, escribió.
Hay que especificar que todos estos cuentos narran una historia, es decir, que su anécdota se sostiene en el tiempo -con un principio, un nudo y un desenlace-, y que, por tanto, van más allá de la mera descripción de una escena, arte en el que Juan Ramón exhibió también todas sus destrezas. De extensión variable, por lo general de una página (“¡Cuentos largos! ¡Tan largos! ¡De una página!”, exclama a modo de introducción), a nuestro premio Nobel le bastan en ocasiones un par de líneas para trasladarnos a un mundo de misterio y fantasía: “Yo soñé con sangre. Qué dolor -cuando al despertar mi hermana dijo: “He soñado que me han herido”.
El mundo de los sueños, junto con la acostumbrada evocación de la infancia y la perplejidad ante la muerte -una obsesión que le perseguiría tras la imprevista y temprana muerte de su padre-, son los principales temas de esta antología, que permite revisar algunos textos de Platero y yo y Diario de un poeta recién casado, si bien la mayoría procede de Viajes y sueños, Ala compasiva, Edad de oro y Cuentos largos. Este libro resuelve con inteligencia el reto que implicaba crear un discurso con las ficciones cortas de Juan Ramón Jiménez, y aporta un enfoque más para apreciar la obra juanramoniana.