Jürgen Habermas, uno de los filósofos más influyentes de la actualidad, reflexiona en este ensayo, de nuevo traducido al castellano, sobre la llamada filosofía posmoderna desde un prisma crítico. No existe, ciertamente, un acuerdo sobre el significado de la posmodernidad, pero es posible identificar una corriente que viene de Nietzsche, pasa por Heidegger y llega hasta Foucault y Derrida; común a estos autores es, según el filósofo alemán, la denuncia del paradigma moderno, predominante desde la Ilustración.
Horkheimer y Adorno, integrantes de la Escuela de Frankfurt, de la que Habermas es reconocido heredero, detectaron y acuñaron el término “dialéctica de la Ilustración” para referirse a las consecuencias opresoras de una razón ilimitada que tomó el protagonismo de la historia a partir del siglo XVIII. Aun compartiendo con sus maestros y con parte de la posmodernidad la crítica a la decantación positivista y tecnocrática de “la razón desatada”, Habermas duda de las propuestas posmodernas para sacar a la filosofía y a la razón del atolladero y pasa revista a sus principales representantes. El programa hermenéutico-existencial de Heidegger -por no hablar de las connotaciones políticas de su filosofía- se le antoja un ejercicio de impostado misticismo; tampoco la sospecha perpetua de Foucault ni la metodología deconstruccionista de Derrida le convencen.
En los autores anteriores se percibe sobre todo una renuncia a la racionalidad. Sin negar que el modelo de razón que propuso la Ilustración ha fracasado y ensombrecido el horizonte filosófico, Habermas cree que existen alternativas también racionales. Por eso mismo, El discurso filosófico de la Modernidad ha de conectarse con el descubrimiento de la racionalidad comunicativa a la que Habermas dedica su obra filosófica más importante: Teoría de la acción comunicativa.
La conclusión, pues, es que la Modernidad ha tenido sus frutos en el campo científico-técnico, pero el problema es que la razón científica se ha desviado y transformado en razón totalitaria; entre otras cosas, se ha aplicado en campos errados, como la moral, la política, el derecho… En lugar de decretar la disolución del paradigma moderno, Habermas reclama una profundización en esa otra razón que el progreso científico ha obviado; sólo de esa forma se podrá llegar a formaciones sociales más libres y racionales, más igualitarias y críticas con el poder, más éticas.
Con las reservas que puede provocar el planteamiento habermasiano, esta obra constituye una importante reivindicación de una filosofía y de una razón conscientes de sus límites. Evidentemente, para un pensador que se precia de “postmetafísico”, la verdad y el bien terminan diluyéndose en un asunto de convención y acuerdo. En cualquier caso, no hay que menospreciar que, pese a declararse defensor de la Ilustración, Habermas haya sido uno de los pensadores más acertados en las críticas al absolutismo racionalista, desde que comenzara a publicar sus primeros ensayos.
El discurso filosófico de la Modernidad descubre al lector las fallas del planteamiento filosófico que ha dominado desde el siglo XVIII pero también la falta de fundamento de la filosofía contemporánea. Por no ser un autor de lectura fácil, el estudio de esta obra constituye un buen ejercicio intelectual. Además se descubre por qué en su diálogo con Joseph Ratzinger (cfr. Aceprensa 101/06) fueron más los puntos de acuerdo que las divergencias. Estos dos intelectuales alemanes coinciden en levantar acta del fracaso de la razón ilustrada, tema que está una y otra vez presente tanto en los discursos del actual Pontífice como en las obras de Habermas, aunque difieren en las soluciones.