El epistolario entre Chéjov y la actriz del Teatro del Arte Olga Knipper, primero amante y más tarde esposa del escritor, comprende el último lustro en la vida del autor de Tío Vania y El jardín de los cerezos. Editadas y traducidas por Paul Viejo, quien registra en el prólogo su intención de que el libro pueda leerse “como una historia de amor por momentos apasionada, distante en otros”, las cartas informan de las penalidades que el escritor sufrió a causa de la tuberculosis, y contienen, asimismo, jugosas reflexiones sobre el mundo del teatro.
El primer dato sirve para explicar la abundancia de mensajes que ambos se cruzaron a lo largo de ese período -la correspondencia total de Chéjov ocupa doce de los treinta volúmenes de sus Obras Completas-, ya que su salud le obligaba a pasar gran parte del año en Yalta, mientras Olga residía en Moscú o San Petersburgo, sujeta a las necesidades y compromisos de su compañía. En un momento dado, su esposo excusa su ausencia en estos términos: “No digas tonterías. De ninguna de las maneras tienes la culpa de no poder pasar el invierno conmigo. Al contrario, somos un matrimonio unido, mientras no nos impidamos el uno al otro llevar a cabo nuestras propias cosas. ¿Tú no amabas el teatro?”. Más tarde, es el autor quien se muestra abatido, y la actriz quien lo consuela recordándole su trascendencia: “Cada una de tus frases es necesaria, y tú mismo lo vas a ser más en el futuro”.
Pero la obra nos ayuda a conocer, además, la situación de la escena rusa en un período decisivo de su historia, que coincide con la eclosión del Teatro del Arte (cuyos montajes de piezas chejovianas fueron muy celebrados) y la aparición de figuras como el actor y teórico Stanislavski; y perfila las opiniones del maestro acerca de autores, algunos coetáneos suyos, como Tolstoi, Gorki, que se instaló en su casa, o Nekrásov.
Los consejos sobre alimentación, las informaciones acerca del clima o los trazos rápidos de figuras como la hermana y la madre del escritor comparten espacio con los miedos e inseguridades de los interlocutores. Es una obra recomendable para ahondar en la figura del indiscutible clásico que es Chéjov.