Fernando Alberca es padre de familia numerosa, profesor, directivo de centros educativos, y un excelente comunicador. Su último libro aborda el tema del noviazgo, difícil ya desde la propia terminología a utilizar. La novia de mi hijo, de 19 años… ¿es “novia” del mismo modo que la “novia” de la que habla en la oficina un colega, ilusionado tras superar la ruptura de su tercera relación? ¿O mejor llamarle “amiga”, que abarca desde la conocida de la infancia hasta la actual compañera sentimental (in)estable? También habría que citar el actual “estoy por Laura”, o incluso, ya más comprometidos, “estoy con Laura”. Aunque todo lo anterior se puede resumir en el genérico “mi pareja”, con o sin el adjetivo “actual”, dependiendo de momentos o situaciones.
Hace falta revalorizar “eso que antiguamente se llamaba noviazgo”, es el mensaje con que se inicia el libro, y podría ser el resumen de todo él. Ese período fascinante, que se puede repetir y reiniciar, pero no indefinidamente; ese momento en el que “con delicadeza y astucia”, apunta el autor, “… tienes que confirmar si aquel novio será un buen marido, o aquella novia una buena esposa”. Abundan las reflexiones y los análisis sobre el matrimonio, sobre la preparación al matrimonio, y sobre como se edifica la felicidad en el matrimonio. Y se habla de libertad, de compromiso y del perdón, de los parientes políticos, los amigos, el orgullo, los sentimientos… Todo ello encuadrado en tres etapas, tres pronombres que figuran los distintos momentos del amor conyugal: Yo, Nosotros, Tú.
El del Yo es el momento del enamoramiento, que sentimos unilateralmente y con el que nos encontramos de golpe y con intensidad. Es el comienzo normal del noviazgo (tampoco imprescindible) y bien llevado y superado pone los cimientos de lo que más tarde será amar. Es tal feliz, tan intenso, que hay algunos que no pueden pasar adelante, pues se enamoran de su propio enamoramiento, y así, en cuanto falla la pura química, se retiran decepcionados buscando el siguiente subidón en otra “relación”.
No llegan al Nosotros, algo que no es aún el verdadero amor conyugal, pero que ya se le parece mucho. Estamos entonces tan felices, tan a gusto, tan encajados,.. Nos entendemos a las mil maravillas, en la cama y en el sofá, en el hogar y en la calle, solos o en compañía. Cada uno es feliz si lo es el otro junto a él: hay compensación, equilibrio, medida. Aun no han aparecido los frutos de la madurez, del amor y por eso es insuficiente para que perdure, y con frecuencia es frágil. El amor es el Tú, el momento en que yo me entrego a mi amado, y lo hago de tal modo que le enriquezco con lo más valioso que poseo: yo mismo, mi libertad y mi futuro. Amo entonces no como a mí mismo, lo que a fin de cuentas se me pide que haga con cualquier prójimo, sino con el propio amor con el que me amo a mi mismo. Esto ya va muy en serio, y aquí radica el fundamento de la felicidad.
Cuenta el autor que “al crecer, fruto del tormento torpe y genial de la adolescencia, decidí que la posibilidad de encontrar la mujer perfecta, mi pareja ideal, era una cruel utopía”. Hasta que encontró a su novia. “Y entonces resolví mi intriga infantil y mi incredulidad adolescente. Era posible dar con la única persona con la que ser feliz. (…) Muchas son realmente las mujeres que podrían haber coincidido en sus principios conmigo. Muchas las mujeres atrayentes a mi gusto. Pero de pronto coincidí con una en que todo esto se daba, pero, además, se dio mi decisión de implicar toda mi vida en hacerla feliz, resultándolo yo al hacerlo, y viceversa: su propia decisión de implicase se hacerme feliz, siéndolo al logarlo”
Finaliza el libro con un sugestivo test, apto para matrimonios además de novios, con su correspondiente plantilla de corrección incluida.