Michel Henry, profesor de filosofía en la Universidad Paul Valéry de Montpellier y autor de numerosas obras como La barbarie, fue un pensador comprometido en la vanguardia de la fenomenología. Su estudio acerca de Kandinsky pretende explicar cómo la pintura abstracta nos entrega la esencia íntima de los fenómenos traspasando su apariencia exterior. Ver lo invisible revela la tensión entre lo “Exterior” cuya manifestación es la visibilidad, y lo “Interior” o lo invisible. “Abstracto” para Kandinsky es “el contenido que la pintura debe expresar”, puesto que corresponde a esa vida que no se ve.
El arte revela la vida invisible, la realidad verdadera, y lo hace a través de la “forma”, las líneas y colores que sirven para la materialización del contenido. Henry deshila el ovillo con soltura: la forma artística pura rompe su subordinación a la naturaleza, su objetivo es mostrar la vida invisible movida por la necesidad interior.
Fallan, según el autor, las teorías ordinarias de la pintura al partir de las categorías del mundo, como el espacio, la forma y la unidad de los elementos entre sí. A través de las sensaciones y de las emociones el público se comunica con la obra, se hacen innecesarios los planteamientos científicos o intelectuales. El pathos de los colores de Kandinsky, su uso y significado quedan dibujados por Michel Henry.
La relación entre los colores, contrapunto del dibujo, y las formas, contrapunto formal, conducen del análisis de la composición al “gran contrapunto pictórico”, una unidad subjetiva, abstracta. La apariencia exterior de los elementos desaparece y lo que percibimos es su valor interior. El artista estudió la relación entre la música y la pintura.
Henry analiza desde la filosofía y la estética los caminos que condujeron a Kandinsky hacia la abstracción sin que ésta se enfrentara a la naturaleza. Descubrió su verdadera esencia, revelando la fuerza de la vida a través de trazos, líneas y grafismos que proceden del lugar en el que las cosas no son visibles.